viernes, 17 de diciembre de 2010


La hora de una izquierda moderna

LA CAPACIDAD DE ENDOSE DE FUERZA SOCIAL

El Comercio

Por: Enrique Bernales Ballesteros Jurista
Martes 7 de Diciembre del 2010

La política no es una ciencia exacta. Sus decisiones se mueven en el campo de la predictibilidad y la estimación del riesgo. Sí, la política es riesgo, pero este debe ser razonado. Se dice en estos días que Fuerza Social comete un error al saltar al vacío de un camino propio y que correr sola solo le costará la inscripción. Asumimos que verla acompañada, con Toledo por ejemplo, es un buen deseo o un consejo sano. Pero esa opción tampoco elimina el riesgo de convertirla en acompañante menor, sin identidad propia, que como proyecto político emergente, suponemos, es lo que más interesa ahora a Fuerza Social.

¿Por qué, entonces, no preferir el riesgo de una candidatura propia que responda más auténticamente a este perfil de nueva izquierda, moderna y democrática? Tal candidatura, además de contar con el respaldo de una lideresa que logró capturar y cautivar Lima, despertaría dos factores de indudable arrastre electoral: simpatía y novedad.

Se dirá que Villarán no tiene capacidad de endose. Ese argumento pertenece al conservadurismo político, que no acepta la existencia de cambios en el ciudadano peruano. Su equivocación radica en que no ve los cambios que se vienen operando en la conducta promedio de los peruanos: mayor autoestima e independencia; seguridad y capacidad para emprender cosas nuevas en lo económico, en lo social y, por tanto, en lo político. En un contexto de esta fluidez, es lógico admitir que si Fuerza Social nomina un candidato propio, parte de esa ciudadanía expectante y emprendedora se vuelque hacia ese lado. El ciudadano nuevo es concreto y antropomórfico, no vota por estructuras ni organizaciones; vota por personas con talento, carisma, trabajo y decisión para construir un espacio con proyecto.

El otro argumento de quienes rebaten la potencialidad de Fuerza Social es que ella solo obtuvo segundos y terceros lugares en varios de los distritos donde compitió. Bastaría sumar esos cocientes electorales para caer en la cuenta del enorme potencial de su electorado, lo que le significaría colocar algunos representantes por Lima en el Congreso. Fuerza Social cuenta, además, con bases en Junín, Cajamarca y San Martín, y con movimientos regionales ajenos al humalismo y a los remanentes de la izquierda marxista de los años 80. Ven en ella una organización política que ofrece esa opción de modernidad, democracia y justicia a la que aspiran. Está también el mayoritario electorado joven y socialmente transversal que apoyó a Susana Villarán y que se constituye como un grupo dinámico en el que los mensajes, muy interesantes en su visión de la sociedad, circulan muy rápido, especialmente en Internet.

Esta izquierda moderna reconoce el valor y eficacia necesaria del crecimiento económico a través del mercado y no comparte tesis estatistas ni cambios bruscos que asusten a la inversión privada. Rechaza los modelos autoritarios, pero reclama, en cambio, inclusión, mejor distribución del ingreso, acabar con la pobreza y construir una sociedad más justa y abierta a las oportunidades para todos.

¿Por qué esa izquierda moderna y sensata solo es posible en Chile, Brasil o Uruguay? ¿Por qué esa izquierda democrática no podría postular candidato propio a través de Fuerza Social? Su presencia, con la personalidad que más coherente e inteligentemente la represente en el 2011, debiera ser gravitante para el enriquecimiento del sistema político peruano.

martes, 7 de diciembre de 2010


La izquierda como adorno

Fuente: La Mula

De repente muchos quieren ser de izquierda. Hasta líderes de la opinión neoliberal que destacaban como perseguidores de todo lo que pareciera progresista señalan que sería bueno una izquierda en el Perú. Aclaran, sin embargo, que esta izquierda debe ser una izquierda moderna. He allí el detalle, “moderna”. Pero ¿qué quieren decir con la dichosa palabrita? Que sea una izquierda adaptada al sistema imperante. En otras palabras, una izquierda domesticada.

Para los candidatos de derecha que se quieren estrenar como izquierdistas, como es el caso de Alejandro Toledo, se trata de una preocupación social. De tener no solo el cacharro sino también la preocupación que no tuvo en su primer gobierno porque ahora hay más dinero y podrá repartir. Su problema como siempre es que alguien le crea. Para los partidos con algún izquierdismo original, como es el APRA, útil para momentos electorales como el actual, el problema es el desastre de candidata derechista que le ha impuesto Alan García, lo que hace casi imposible que hablen de cualquier izquierda.

Pero los que tienen más problemas con esto de la izquierda son los partidos indecisos como Fuerza Social. Más allá de la emoción, los amigos que acaban de triunfar en Lima no saben decirnos qué quieren: si vieja o nueva Constitución, si impuesto a las sobreganancias o no, si unidad con otras fuerzas populares o tampoco. El colmo es que ahora uno de sus precandidatos señala que no le parece mal haber aplaudido en su momento el golpe del 5 de abril. Ojalá que solo sea la resaca post electoral.

¿Se ha convertido la izquierda en un adorno de derechistas e indecisos? Espero que no. Si asumimos la definición de Norberto Bobbio y señalamos que lo que caracteriza a la izquierda es la lucha contra la desigualdad social, entendiendo que esta última no es la enfermedad de los perdedores sino un atributo estructural del sistema neoliberal que secreta desigualdad para avanzar, el tema no es de adornos ni se cura con medidas cosméticas.

Ser de izquierda hoy en el Perú es estar en contra del continuismo neoliberal y plantear una alternativa al espejismo de progreso que nos quieren vender como la única posibilidad de futuro. La izquierda como adorno, ingrediente de recetas ajenas o coqueteo con el saqueo del país que han producido Fujimori, Toledo y García, es una moneda falsa que solo sirve para un nuevo y gran engaño. Izquierda hoy es reivindicación de justicia y nación, para otro Perú.

www.nicolaslynch.com

domingo, 31 de octubre de 2010


¿La izquierda unida jamás será vencida?

viernes 29 de octubre de 2010

Escrito por Martín Tanaka


Ultimamente tengo mucho menos tiempo para comentar desde el blog, pese a que hay mucho que provoca decir. Pero no me aguanté las ganas de comentar algo sobre los debates actuales en torno al tema de la "unidad de las izquierdas" y los dilemas de Fuerza Social. ¿Deben todas las corrientes de izquierda unirse y participar juntas en las elecciones de 2011? ¿O deberían asumir que en realidad estamos ante proyectos diferentes, y por lo tanto deberían diferenciarse?

Obviamente, una manera de responder estas preguntas nos lleva a un terreno de preferencias y valores, al que no me meteré. Lo que haré es plantear algunas ideas sobre cuál es la lógica que lleva a las izquierdas a unirse o no en términos generales, y explorar qué implicancias y dilemas se presentan para nuestro caso.

El mundo de la izquierda es tremendamente diverso: hay tradiciones leninistas, trotskistas, estalinistas, maoístas, gramscianas, socialdemócratas, castristas, por mencionar algunas de las principales, a las que habría que añadir otras de origen nacional, que encuentran inspiración en el pensamiento de José Carlos Mariátegui u otros. Todas estas corrientes son parte de lo que podríamos llamar una tradición político-intelectual de izquierda "clásica", asociada a proyectos comunistas y socialistas. A esto habría que añadir variantes cercanas, aunque diferentes, que también han sido parte de proyectos colectivos de izquierda, como corrientes populistas o nacionalistas, como el velasquismo, por ejemplo. Cada corriente tiene una ideología que marca claramente diferencias, establece líneas de pureza revolucionaria y bastardía, de allí que este mundo tienda a ser dogmático, intolerante, y que tiendan a darse descalificaciones, excomuniones, divisiones.

Si las cosas son así, ¿cómo es que las izquierdas se unen, históricamente? En general, diría que el principal incentivo para la unidad es la posibilidad de un éxito electoral no alcanzable por separado, y la consiguiente llegada al poder político. Lo ideal para la izquierda es el éxito electoral con una plataforma revolucionaria: lo más cercano a ello lo veríamos en Bolivia con Morales, y antes, con Allende y la Unidad Popular en Chile. Si no se puede, lo segundo mejor sería el éxito electoral siguiendo caudillos populistas, como lo que se ve en la Venezuela de Chávez o en Ecuador con Correa. O como ocurre con sectores de izquierda que viven bajo el alero del peronismo en Argentina. El otro camino es el del éxito electoral con una plataforma reformista, que justifica asumir los costos de entrar al juego democrático, que exige tolerancia, pluralismo, apertura, convocatorias amplias, negociación con otros grupos, pragmatismo, programas políticos más de centro, menos puristas y revolucionarios y más definidos en función de la atención a problemas concretos. Este sería el caso de las izquierdas en Chile, Uruguay o Brasil, de corte socialdemócrata.

En el Perú de la década de los años ochenta, la izquierda se unió en torno al éxito electoral de un líder moderado para el contexto de la época, Alfonso Barrantes. La experiencia de finales de los años setenta e inicios de los ochenta fue muy aleccionadora: en la elección de Asamblea Constituyente de 1978 la suma de los votos obtenidos por las cinco listas de izquierda llegó al 29.4%, pero la lista más votada, la del FOCEP, obtuvo el 12.3%; separados eran débiles, unidos hacían a la izquierda la segunda fuerza política del país, con posibilidades de triunfo en 1980. Sin embargo, en la elección presidencial de abril de ese año no hubo unidad, primaron criterios particularistas, se frustró el proyecto ARI, y la suma de los votos de los cinco candidatos de izquierda alcanzó sólo el 14.4%, donde el candidato más votado, Hugo Blanco, obtuvo apenas el 3.9% de los votos. Una vez creada Izquierda Unida, en noviembre de 1980 la IU obtuvo el 23.3% de los votos en las elecciones municipales provinciales, y en noviembre de 1983 el 29%, lo que incluyó la elección de Barrantes como alcalde de Lima. Así se consolidó el mito de la unidad, por el cual "la izquierda unida jamás será vencida".

Lo interesante es preguntarse por qué, ante la posibilidad de ganar la elección de 1990, la IU se dividió, yendo en contra del argumento del éxito electoral como incentivo de la unidad. Creo que hubo una ideologización extrema que se impuso al pragmatismo electoral, resultado de los desafíos simultáneos que impuso desde fuera el sistema la acción de Sendero Luminoso (y el tipo de represión del Estado), y desde dentro tanto la retórica revolucionaria de Alan García como la retórica refundacional liberal de Vargas Llosa. Todo esto junto fortaleció las opciones más extremas dentro de la izquierda, debilitó su centro, y la división resultó inevitable. El mito de la unidad se confirmaría con los resultados de la elección presidencial de 1990: la izquierda dividida obtuvo 12.9% (Pease 8.2 y Barrantes 4.7%), y en los años siguientes desapareció, perdió su registro electoral y pasó a una suerte de estado de hibernación desde entonces, hasta 2006, para todo efecto práctico.

En 2006 la izquierda intentó resucitar, alentada por la caída del fujimorismo y cierta acumulación de fuerzas durante los gobiernos de Paniagua y Toledo. Sin embargo, diferencias en la evaluación del legado que dejaron estos gobiernos, la persistencia de diferencias ideólógicas del pasado y cierta ilusión de que el "giro a la izquierda" que se producía en la región también se diera aquí y que podría ser capitalizado, para lo cual era importante "perfilarse" mejor, llevó a optar por seguir caminos separados. Los tres candidatos (Villarán, Diez Canseco y Moreno) obtuvieron juntos apenas el 1.38%. ¿Nuevamente la lección fue que la unidad era el camino? Podría haber sido, pero no fue, porque en 2006 Ollanta Humala obtuvo el 30.6% en primera vuelta y 47.37% en la segunda vuelta.

La lección no fue que había que unir a la izquierda. Para unos la lección fue que había que unirse con Humala, optar por un programa radical liderado por un caudillo populista (como en Venezuela o Ecuador), a pesar de que, si bien este se ubica a la izquierda del espectro político, no es un hombre de izquierda en términos doctrinarios. Es decir, aquí primó una consideración pragmática y electoral, revestida de un discurso radical. De allí que el paso al humalismo haya llevado a la radicalización de antiguos moderados (como algunos "zorros" de la década de los años ochenta). De otro lado, para otros la conclusión fue que había que persistir en la construcción de un camino propio, no tanto con la intención de ganar elecciones, sino simplemente de sobrevivir y acumular fuerzas, para lo cual contar con una inscripción propia ante el JNE resultaba imprescindible. En este campo se ubicaron Fuerza Social, Tierra y Libertad y en cierta medida el MNI.

En este marco, para las elecciones del 3 de octubre pasado los distintos grupos de izquierda tuvieron estrategias diferentes entre sí, y diferentes a su interior según las regiones. En Lima el sector socialdemócrata de la izquierda, FS, planeó inicialmente consolidar una mínima presencia propia (la figura de Villarán en particular), que hiciera viable su candidatura presidencial, y así poder superar la valla electoral, no perder la inscripción ante el JNE y lograr una modesta representación parlamentaria el próximo año, para plantearse después metas más ambiciosas. La alianza con Tierra y Libertad, Lima para Todos y MNI fue un acuerdo puntual, no necesariamente un compromiso de construir una relación de largo plazo.

Inesperadamente, como sabemos, Susana Villarán se convirtió en una candidata competitiva y terminó ganando las elecciones en Lima. ¿Qué hacer ahora? FS tiene un gran problema: tiene un enorme capital político potencial con Villarán, pero una gran debilidad en el corto plazo, al no tener un candidato presidencial aparente. En la política personalista en la que vivimos esto significa estar muy mal posicionado. FS ha sido víctima de su éxito. Al frente está Ollanta Humala, cuarto en las encuestas, que no tendría problema en superar la valla electoral y conseguir una representación importante en el Congreso, en principio. Ir con Humala es jugar a seguro para los distintos grupos de izquierda tradicional: se afirman en un discurso radical, se cohesionan ideológicamente, y al mismo tiempo se aseguran un mínimo éxito electoral. Radicalismo y pragmatismo juntos. Esto haría que sectores de izquierda más tradicional y pragmáticos terminen siendo subsumidos por el criterio de la unidad en el humalismo. Desde allí resulta muy cómodo llamar a la unidad de la izquierda: FS sumaría porque permitiría llegar a otros sectores, y prácticamente no hay costos asociados a esa inclusión.

Por su lado, FS no puede decir lo mismo: participar solos puede implicar perder el registro logrado tan esforzadamente, pero de otro lado, ir con Humala implicaría desandar el camino emprendido desde antes de la elección de 2006, el de perfilar un camino propio y distinto; ir con alguien como Toledo también, porque éste es tan poco confiable como aquél, cada quien en su particular estilo. Se podría terminar asumiendo el pasivo de estos, con muy poco beneficio, desdibujando y quitándole credibilidad a una propuesta que reclama renovadora, al interior de alianzas con liderazgos y compañías cuestionables. ¿El camino propio, entonces? La jugada es ciertamente riesgosa, porque no hay un candidato presidencial fuerte y al mismo tiempo capaz de expresar los valores y las propuestas que supuestamente se quieren transmitir. ¿Presentar solamente una lista parlamentaria, y apostar por el voto cruzado, que tan elocuentemente se ha dado en las elecciones recientes? Acá el problema es que dejaría a FS sin un discurso nacional, lo limitaría a la suma de discursos departamentales. El abstencionismo no parece una buena estrategia, cuando se pretende cimentar una propuesta con supuestamente mucho que decir. La clave entonces parecería estar en seleccionar bien a un candidato presidencial propio.

Acá el dilema estaría en optar por una figura como la de Hernando Guerra, aparentemente con algún potencial electoral, pero que no haría creíble el mensaje de que FS encarna "una nueva forma de hacer política" (parecería una movida muy oportunista y puramente electoral, además Guerra tiene un largo y sinuoso pasado político) u otras como las de los expresidentes regionales de Cajamarca o Junín (Jesús Coronel o Vladimiro Huároc), que si bien pueden encarnar mejor un discurso descentralista y renovador, tendrían que demostrar que son viables electoralmente a nivel nacional más allá de sus bases regionales. Algo similar podría decirse de Marco Arana (Tierra y Libertad, que aparentemente tampoco se entusiasman con ponerse bajo el cobijo del humalismo), figura que surge de Cajamarca asociada a temas ambientales, que no parece haber salido de ese "nicho" político). En medio de estos riesgos y dilemas, ¿qué decisión tomará FS? ¿Hará una apuesta electoral no principista, poniendo en riesgo su credibilidad, u optará por una apuesta descentralista exponiéndose a perder su esforzada inscripción? Veremos...

VER TAMBIÉN:
Entre asedios, dudas y expectativas
Romeo Grompone
http://www.revistaideele.com/idl/node/749
Debate entre los candidatos a la Alcaldía de Lima-1983
http://peru30.wordpress.com/2010/08/26/debate-entre-los-candidatos-a-la-alcaldia-de-lima-1983/
Zurdas y restas
http://www.revistaideele.com/idl/node/748

Sobre estos temas algo he escrito antes; ver:
“La crisis de representatividad en los países andinos y el ‘viraje a la izquierda’: ¿hacia una renovación de la representación política? En: Arturo Fontaine, Cristián Larroulet, Jorge Navarrete, Ignacio Walker, eds.: Reforma de los partidos políticos en Chile. Santiago, PNUD, 2008 (p. 273-293).
“The Left in Peru: Plenty of Wagons and No Locomotion”. En: Jorge Castañeda y Marco Morales, eds., Leftovers. Tales of the Latin American Left. New York, Rouledge, 2008 (p. 193-212).
“El agotamiento del modelo neoliberal y el resurgimiento de la izquierda en los países andinos”. En: Pérez Herrero, Pedro, ed.: La “izquierda” en América Latina. Madrid, ed. Pablo Iglesias, 2006 (p. 253-272).
“Révolutionaires, réformistes ou ´hommes politiques traditionneles´? Montée en puissance et effondrement de la gauche au Pérou”. En: Problèmes D´Amerique Latine, 55, Hiver 2004-2005. Paris (p. 65-87). 

sábado, 3 de julio de 2010


El debate sobre el debate con Sendero

La República
Vie, 02/07/2010
Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Dialogar o no dialogar, that is the question.

Un debate interesante –y quizá hasta relevante– se refiere a otro debate cuya conveniencia está en cuestion: cómo enfrentar el desafío ideológico que Sendero Luminoso plantea –al margen de su dimensión actual– a la sociedad peruana y a su sistema político.

Este debate nos retrotrae a otro producido hace tres décadas cuando esta organización terrorista inició su lucha armada que trajo muerte y destrucción y, también, un desafío al sistema político en su conjunto y especialmente a la izquierda.

Esta no llegó a entender el significado real del toro bravo del terrorismo que había salido a la arena política, no supo reaccionar a tiempo, demoró en marcar distancia indudable y, por todo ello, encontró en la aparición de Sendero Luminoso un catalizador del desmoronamiento del que todavía no se recupera.

Pero hoy el debate sobre Sendero es muy diferente al que ocurrió en el Perú hace tres décadas. Para empezar, ya no hay duda de lo que estamos hablando: una terrible amenaza terrorista interesada en volar –ideológica y físicamente– a la sociedad peruana con el fin de imponer sus ideas extremistas.

Asimismo, Sendero Luminoso es hoy muy diferente porque su situación y perspectiva es radicalmente distinta a la de los ochenta pues se encuentra derrotado militar e ideológicamente, y enfrenta una profunda condena social de la inmensa mayoría de la población, no obstante lo cual aún quedan algunas pocas personas con afinidad con sus ideas.

¿Qué hacer frente a ellas? Ese es, precisamente, el centro del debate sobre la conveniencia de debatir o dialogar sobre ideología y acción política con Sendero Luminoso. Lo ideal sería que de esa tarea se hubieran encargado, hace tiempo, los partidos políticos, pero ya se sabe que, en su gran mayoría, estas son, en el Perú, entidades fantasmales que solo hacen ‘bú’ cuando necesitan organizarse para buscar votos. Después, vegetan.

En contra del debate están políticos de los partidos principales, como el congresista Mauricio Mulder, quien hace notar la ingenuidad de polemizar con un dogmatizado que no cree en las palabras sino en la acción directa, y relieva el hecho de la derrota militar e ideológica de Sendero Luminoso.

En la otra orilla, a favor del debate, están posiciones como la de ‘Otra Mirada’, que defiende el dar la lucha ideológica con el fin de prevenir el resurgimiento de Sendero o de otras organizaciones similares.

Es un debate relevante e interesante. Pero para empezar, deberíamos convenir en que no tiene sentido calificar de proterrorista a quien esté a favor de debatir ideológicamente con Sendero, ni de fascista a quien se oponga al mismo.


Combate de ideas

La República
Sáb, 03/07/2010
Por Augusto Álvarez Rodrich
alvarezrodrich@larepublica.com.pe

Columnista invitado en mi columna: Carlos Tapia.

Carlos Tapia tuvo la gentileza de enviarme un comentario a mi columna de ayer (El debate sobre el debate con Sendero) que creo interesante compartirlo –con su autorización– con mis lectores. Aquí va:

1. Con SL no se debate, se le combate en el terreno de las ideas, dentro de la estrategia contrasubversiva. Los debates y diálogos se dan entre fuerzas democráticas; en cambio, el combate ideológico –como parte de la lucha contrasubversiva– busca destruir la voluntad política del adversario. Como tú bien dices, eso es tarea de los partidos democráticos. No de la Dircote o de las FF.AA. Te cuento que cuando las FF.AA. en Ayacucho empezaron la campaña psicosocial contra SL, allá por los 80, en las zonas rurales pintaban ‘Presidente Gonzalo... Maricón’.

2. Al senderismo hay que acercarlo a la realidad, contrastarlo con ella. Por eso, es una estupidez tenerlos aislados del mundo real, por ejemplo, como fue en la prisión durante los primeros años ya que acorazaron su ideología gritando “Viva Gonzalo”. Mucho mejor hubiera sido mostrarles videos de la actual China.

3. Ellos siempre trabajan en Frente Único, es decir, públicamente. Por ejemplo, antes crearon el MOTCE (movimiento de trabajadores clasistas y no sé qué más). Como era en la época en que te mataban si discrepabas con ellos, no se podía combatirlos frontalmente sino con las armas del Estado. Pero ahora es diferente.

4. “El Movimiento a favor de la amnistía y defensa de los derechos fundamentales” no es una cosa improvisada, su nacimiento es producto de una aguda lucha interna maoísta que comenzó con el pedido del Acuerdo de Paz... Y sentar las bases para el segundo Congreso, en octubre de 1993. En eso Vladimiro Montesinos ayudó a Abimael Guzmán, y desde el año 2000 continúan con “resolver políticamente los problemas derivados de la guerra”, amnistía incluida. Ahora, el famoso Congreso quieren hacerlo en noviembre del 2010, utilizando de cubierta el famoso movimiento a favor de la amnistía.

5. A su interior hay dos posiciones: a) Los recalcitrantes que dicen que ‘por ahora’ no hay condiciones para la lucha armada, y que habría que esperar la próxima ola de la revolución mundial, para lo que habría que estar preparados (el cobarde de Guzmán lo manda a Crespo y Fajardo para eso); b) Pero hay otra posición que quiere pasar a la política incruenta (sin sangre) y que pone por ejemplo a los maoístas de Nepal.

6. Por eso, no asumir la responsabilidad de combatirlos ideológicamente, justo en estos momentos de debilidad, es un grave error de los politiqueros de siempre. Que condenen la lucha armada para siempre como lo hizo el M-19 en Colombia y que acepten su derrota ideológica, al participar en las elecciones.

jueves, 24 de junio de 2010


No uno sino muchos países

desco / Revista Quehacer Nro. 156 / Set. – Oct. 2005


UNA ENTREVISTA CON CARLOS IVÁN DEGREGORI

POR ABELARDO SÁNCHEZ LEÓN Y MARTÍN PAREDES OPORTO

Manuel Prado gobernaba en el Perú de la década de 1950. Hoy no hay Manuel Prado y el Perú no es el de esos años.

Si viniera Prado estaría totalmente fuera de foco. Podría estar en el Parlamento. Sería la otra cara de Waisman. Saldría con su sombrero y causaría furor y primeras planas. Tendría alguna propuesta en defensa de la industria nacional, para proteger, curiosamente, sus tejidos Santa Catalina.

A Prado se le ve como un presidente para una época oligárquica, pero la visión de payaso, de hazmerreír, de disfrazado, también estaba presente. En cierto modo, Caretas lo ridiculiza, lo desenfoca, lo descentra. ¿Prado siempre estuvo descentrado?

Pero lo más impresionante es que ganó con el eslogan «Tú lo conoces, vota por él». Y la gente votó por él. Casi cincuenta años después, Fujimori podría volver con un eslogan así y la gente, un 20 por ciento, optimistamente, votaría por él.

A Prado lo conocían porque ya había sido presidente. Pero a la oligarquía se le veía más antes que a la clase alta de hoy, que está como escondida.

Es cierto, es que la sociedad urbana era más pequeña, estaban en La Colmena y en el campo, estaban en las haciendas. A nosotros, los antropólogos, nos llaman cuando hay problemas con los ese-eje, los aguarunas, porque se supone que somos los expertos en pueblos en aislamiento voluntario. Pero en el kilómetro 98 de la Panamericana Sur también hay pueblos en aislamiento voluntario, y lo logran mejor que los pobres amazónicos.

Es más, en toda la carretera están los nombres de las playas, pero a partir del kilómetro 90 te pierdes. Quieren que sigas de largo. ¿Qué significa ese aislamiento voluntario? ¿El Perú está unido?

Regresé al Perú hace un par de meses y, desde el aeropuerto, tuve la sensación de un país escindido y «al borde de». Como que estamos por alcanzar algo, no sé si un camino a la chilena, que vienen diez años más de crecimiento a más del 5 por ciento y, finalmente, el país comienza a asentarse. Hay varios indicios de que esto podría ser posible. Pero, paralelamente, desde que sales del aeropuerto también tienes la sensación de que estás al borde de —y quizá la comparación no sea muy exacta— volverte Bolivia en nuestro imaginario: caos, país inviable, que pierde oportunidades, que tiene el gas y no lo puede explotar, a punto de dividirse. Sé que somos más fuertes económicamente, pero estamos al borde de una situación difícil porque ya la gente no soporta. Esa es mi sensación. Mucho va a depender de lo que pase en los próximos doce meses. Porque otro error político tipo Toledo, cinco años más, no sé si podríamos seguir en un crecimiento del 5 por ciento, porque este es un determinado tipo de crecimiento en el que el chorreo es una especie de empleo. Una de nuestras válvulas de escape es la emigración.

¿Por qué Toledo es un error político?

Cuando digo error político estoy pensando en realidad que, desde 1990, estamos votando en contra. Cuando elegimos a Fujimori, y digo elegimos porque yo voté por él en segunda vuelta, votábamos por el supuestamente «bueno por conocer», que resulta siendo una desgracia.

El voto de 1990 por Fujimori fue un voto contra el neoliberalismo, contra Vargas Llosa, contra la derecha.

En primera vuelta fue un voto de cansancio por los partidos. Fue mucho voto aprista, izquierdista, el que eligió a Fujimori. Lo mismo en el 2000. Por más que haya candidateado en 1995, Toledo era un outsider, no tenía partido. En el 2000 candidatea con Perú Posible y saca doce congresistas, pero Vladimiro Montesinos compra a seis de ellos. En menos de un año, que son las siguientes elecciones, él no tuvo tiempo de cambiar esa realidad: que Perú Posible no era un partido sino lo que hemos visto, una amalgama de intereses individuales, grupales, familiares, locales.

Pero cuánto cuesta un partido, mantener las sedes, elaborar una ideología, cuando solo hay eslóganes, cuando gobiernan el Banco Mundial, el Fondo Monetario y Estados Unidos da las grandes pautas. Tener un partido es como tener una ONG con costosos programas de promoción. Fujimori no quiere un partido. ¿No sería eso más «eficiente», funcional para la época, para hacer política hoy?

Pero fijate cómo acabó Fujimori: un desastre. Toledo acepta todo lo económico, Banco Mundial, etcétera, hasta para ciertos organismos internacionales sería un ejemplo, pero, políticamente, terminamos en una situación que se va volviendo insostenible. Y si siguiera así no puede dejar de producir estallidos cada vez más graves.

Tú crees que si no hay partidos no hay estabilidad.

Mira a Chile. Lo imitamos en todo menos en las cosas buenas. Decimos por qué no podemos ser como Chile, pero no queremos tener una Comisión de la Verdad y al día siguiente hacerle caso. Chile lo ha hecho con la segunda Comisión de la Verdad: al día siguiente Lagos salió a pedir disculpas y ofrecer reparaciones, pero sin aspavientos. Por qué lo no imitamos también en el sistema de partidos. Claro que los partidos ya no van a ser como antes; los militantes ya no van, o no vamos, a ser como antes. Están los medios, la televisión, los blogs, la Internet. Pero de todas maneras necesitas instituciones. En Nueva Orleans colapsaron las instituciones y hubo saqueos impresionantes, declararon la ley marcial. La gente le disparaba a los helicópteros, como en Mogadiscio. Es el país más desigual del mundo desarrollado. Y con Bush se ha vuelto mucho más desigual. Si los viejos partidos no sirven, tienes que inventar nuevos.

Eso pasa por la juventud, por personas entre los 20 y los 40 años. ¿Dónde está esa gente?

Yo estuve en el mitin por los dos años de la Comisión de la Verdad y ahí estaban. Y eso es positivo y negativo. En su mejor momento habrá habido 8 ó 10 mil personas, la gran mayoría jóvenes. Ya hubiera querido cualquier partido, incluyendo al Apra, tener esa cantidad de gente; no había transporte, no llegaban con la plata de nadie. Había mucha presencia de la Iglesia, más que de organismos de derechos humanos. Eran organizaciones sociales, muchas de ellas, sospecho, antipartido. Ese es el lado negativo del que hablábamos. Es gente reticente o que no encuentra en estos partidos algo que las movilice. Antes se le llamaba «masa disponible», y los partidos no están ahí.

¿Por qué el Apra sigue siendo considerado el único partido organizado del Perú? ¿Lo es hoy? ¿De qué manera?

A su manera, como diría Frank Sinatra. Son los únicos que tienen una célula parlamentaria que vota, por lo general, en bloque. Incluso, cuando no votan en bloque es porque el partido deja en libertad a sus miembros. Tienen comités y vida orgánica, no como antes, pero se reúnen, hacen sus polladas, eligen jefe de comité distrital, hacen sus escuelas de oratoria con niños que hablan como Alan, tienen sus escuelas de cuadros de jóvenes, realizan elecciones internas; no es un modelo de democracia interna, pero existe. Eso es lo que Alan quiere romper con esto del Frente Social y llevar independientes a su plancha; quiere romper lo que el Apra ha sido y no puede, porque es difícil encontrar una nueva forma de hacer partido.

Pero también porque tiene a un personaje como García que arrastra cierto caudal de votos y moviliza mucha gente.

Se vuelve a ir Alan y el Apra cae a menos del 10 por ciento.

Abel Salinas obtuvo uno por ciento cuando fue candidato presidencial en el año 2000, al igual que Ezequiel Ataucusi.

Esa es una tragedia aprista: la distancia entre Haya y su grupo central era grande, pero ese grupo, ese comité central era bueno, eran unos políticos de polendas. Ahora la diferencia entre Alan y su comité central sigue siendo igual de grande, pero Alan no es Haya y el comité central está lejísimos de ser lo que fue.

El Perú en general está así.

El Perú en general no está así, esto es lo que pasa en los partidos.

¿Qué representa Kuczynski en el Perú de hoy, en el Perú post Sendero, luego de la Comisión de la Verdad, un país informal, chichero, cholo? ¿Qué significa este gringo que últimamente tiene un cierto atractivo?

Tiene atractivo dentro de la burbuja. Desgraciadamente, el escenario político es como el del Teatro Municipal: las actuaciones se hacen entre ruinas. Pero salen de esa burbuja y es otra cosa. Kuczynski es una persona calificada, puede tener sus intereses particulares y no sé en qué medida se mezclan con los del gobierno, habrá que ver; y es peruano, es una forma de ser peruano.

¿Estamos en un país en el que se puede hacer una política de buenos administradores, no muy protagonistas, no al estilo Chávez sino al estilo Lagos? ¿O el Perú todavía no tiene las condiciones para una administración así?

Sí se podría. Paniagua es un ejemplo, él tuvo éxito. Fueron solo diez meses, pero es un ejemplo de que se puede gobernar de otra manera. Lo principal es tender puentes en un país sumamente fragmentado entre los pueblos en aislamiento voluntario por todas partes. Y es la primera tarea, antes que el TLC, antes que nada. Primera en orden jerárquico. A lo que más peso le pondría es a este tipo de perfil bajo, a reconstruir la confianza, porque es toda una cadena: gobierno local, gobierno regional, funcionarios, ONG, organizaciones sociales. Lo que ahora «une» a los peruanos es una mezcla, desde arriba, de indiferencia, miedo y agresividad; y, desde abajo, mucha bronca, mucha desconfianza, engaño. El engaño es un concepto clave. Y viene desde 1532.

Estos pueblos en aislamiento voluntario explican un Estado débil, frágil, indiferente, pero también un divorcio con la política. ¿La gente puede vivir prescindiendo de la política? Una conclusión de este régimen es que la economía marcha bien y la política mal, ¡pero qué importa!

La economía marcha bien, pero los que se benefician son una minoría. El país puede prescindir de la política, sí, pero tienes estas cifras pavorosas de accidentes en la carretera, rejas que dividen a los distritos, el deterioro de la calidad de vida para muchos sectores. ¿Hasta qué punto puedes soportar eso?

Ese discurso viene desde Fujimori, quien le decía a la gente que no se preocupe de la política. Tú dices que los peruanos ya no aguantan más porque ya han pasado por una década de fujimorismo y no podrán soportar otra década más. El próximo candidato también puede hacer suyo ese discurso. ¿No estamos cerca de que cambie un discurso antipolítico?

Una de las posibilidades que está asomando es Ollanta Humala. Está cuarto en las encuestas porque Fujimori no postula, si no, sería quinto. Fujimori podría volver a encarnar eso. El eje puede cambiar de una lucha por la democracia, como lo fue en el 2000, a nacionalista, y nos fregamos. No me sorprende que Patria Roja lleve a Ollanta Humala de candidato, pues en todo el mundo los antiguos partidos comunistas ortodoxos se han convertido en nacionalistas. Yugoslavia y Milosevic son el mejor ejemplo, para no hablar de China que ahora es nacionalista. Y actitudes como la de Ronnie Jurado azuzan eso. De repente puede surgir no algo étnico tipo Bolivia con Evo Morales y Felipe Quispe, sino algo etnonaciona-lista tipo Ollanta Humala.

Eso es un revival de Velasco.

Pero veinticinco años después, de ínfima categoría y mucho más peligroso. Imagínate un gobierno de Ollanta Humala.

¿Esa posibilidad a qué tipo de peruano representa o qué tipo de peruano estaría reclamando eso? Tú dices nos fregamos, pero tú no te quisieras fregar, ¿quién quiere que nos freguemos?

Nuevamente, puede haber un voto de protesta de gente que no encuentra una representación. Porque Ollanta Hu-mala no es Antauro y aparece como que no quiere fusilar a nadie. Ha hecho un posgrado en la Católica, ¿no? Algo estará aprendiendo. En las entrevistas está mucho más sensato. Como dijo Caín de Abel: «no me pregunten por mi hermano».

¿Por qué Fujimori se gana como el que derrotó a Sendero? Históricamente eso va a ser un caudal político para él. Aunque no fue solo él, para el sentido común Fujimori es quien volvió a colocar al genio en la botella. Y segundo, tiene que haber una diferenciación entre Toledo y Fujimori. La prensa ahora los quiere poner en el mismo saco, los dos falsifican firmas, tienen hermanos desgraciados.

Comenzando por lo segundo, eso sí me parece muy peligroso. Hay unanimidad sobre que Toledo ha sido un desastre como político, pero nunca cruzó el Rubicón y se volvió un gobierno autoritario que controla los poderes, y me refiero no solo al Legislativo y al Judicial sino también a la prensa. Esa es una diferencia cualitativa entre Toledo y Fujimori. La otra es que Fujimori y Montesinos sistematizaron la corrupción, la volvieron institucional. Ahora es una cosa desordenada, caótica, una familia presidencial que mete a cada rato la pata. Esas dos diferencias son las que nos salvan y nos permiten no tener un fin de régimen —ojalá, todavía falta, pero pareciera que no va a ser así— desastroso como en las otras dos décadas. Y en lo que respecta a la primera parte de la pregunta, no sé si el caudal político de Fujimori se deba principalmente a que se considere que derrotó a Sendero. Ello se ha visto parcialmente enturbiado por los sucesos de Barrios Altos y La Cantuta. Habría que hacer una encuesta sobre el tema. Yo creo que a Fujimori le ha servido muchísimo el asistencialismo y la eficacia en las obras. Su presencia fue en los sectores D y E. Se le añora como el gobernante que hacía cosas y ponía orden en los espacios micro. Era una suerte de populismo de bajo costo porque como la población era muy pobre, con obras baratas te ganabas su voto. Es más una sensación de orden en general que específicamente de derrota de Sendero. Aunque no le quito que también es parte de su caudal político. Yo diría que es uno entre varios activos que tiene, y también es el que más ha bajado en la medida en que Sendero está fuera de la escena. Eso se va olvidando, mientras la añoranza por obras, orden, eficacia y populismo siguen.

Se creía que luego de Sendero Luminoso la sociedad peruana iba a ser más sensible, que las clases alta y media iban a ser menos intolerantes, menos racistas, menos aisladas, y ha ocurrido todo lo contrario.

Es impresionante cómo después de esta tragedia la vida sigue igual, como dice la canción. Tenemos un corazón bien estrecho, un pellejo muy duro. Principalmente las élites, pero en general todos. Somos un país con una coraza muy difícil de atravesar: 70 mil muertos no lo han podido hacer. Ciertos sectores son ahora más sensibles. Creo que las élites ya no pueden decir lo que decían antes, o en todo caso no lo dicen con la impunidad de antes. Cuando salieron las cifras de la Comisión de la Verdad, los de Acción Popular preguntaron dónde estaban las libretas electorales de los muertos, sin darse cuenta de que en esa época dos millones de peruanos no las tenían. Ahora ya tienen insultos ad hominem: dónde estuvo Salomón Lerner en esos años. Ya no pueden cuestionar lo que pasó, cuestionan al individuo. Hay un retroceso fuerte. El hecho de que el presidente de la Corte de Justicia Militar haya sondeado con el INPE la posibilidad de una cárcel especial para los militares que han violado derechos humanos demuestra que está aceptando algo que jamás habrían aceptado: que en algún momento algunos de ellos van a tener que ir a la cárcel. Y estarán viendo lo que pasó con Pinochet.

Mucha gente dice que no es justo que vayan a la cárcel los militares que ejecutaron las órdenes y no los políticos que les dieron cancha libre para actuar. En cierto modo, Belaunde, García y Fujimori dijeron «ustedes resuelvan el problema». ¿O es que los civiles no estarían siendo juzgados con la misma vara que los militares?

Es cierto, en parte, porque esa era la chamba de la Fuerza Armada. Ellos deberían haber respondido profesionalmente y en muchos casos no lo hicieron. También son culpables por eso, pero también los gobiernos civiles. La Comisión de la Verdad intentó encontrar pruebas suficientes para responsabilizar penalmente a Alan García pero no pudo, lo que no quiere decir que no la tuviera. Tanto es así que el fraseo de la CVR es: el señor Alan García tiene responsabilidad política sin desmedro de que más adelante pueda tener responsabilidad de otro tipo. Él es quien más cercano está por lo del Frontón, los penales y por el encubrimiento de Cayara; en esos casos las balas le han pasado cerquísima.

¿Sendero fue un producto peruano?

Creo que sí.

¿O cuán chino es?

Los peruanos nunca fuimos cerrados sobre nosotros mismos. Más bien, la señora Eliane Karp es hipernacionalista y solo quiere la pachamama. Ser peruano no significa estar cerrado a influencias extranjeras. Y hay peruanos americanizados que piensan como los Chicago Boys y quieren que el Perú sea exactamente igual a los Estados Unidos. Sendero fue peruano, pero los perdió el hecho de no querer ser más peruanos sino más chinos. Los perdió no darle tanta importancia a la peruanidad, no enraizarse en la historia, en la cultura peruana. Abimael Guzmán es un caudillo igual a otros de nuestra historia. Pero en vez de ser un caudillo de grandes espacios, como era Haya de la Torre, Guzmán era caudillo de cámara, era rey en la célula, en la escuela de cuadros, en el comité central, en el buró político, en la universidad, en el aula; era áulico. Y seducía mujeres con su verbo, intelectualmente. Quién sabe también a otros niveles. Fue muy peruano, pero de un estrato de ciudades medianas y pequeñas de provincias. La dirección venía de ese estrato. Con mucho todavía de misti, prerreforma agraria, con una relación vertical con los indios, pero cambiada: en vez de misti-indios eran partido-masas. La masa tenía que hacer lo que el partido decía. Eso les impide ahora tener un futuro. Sendero, como lo conocemos, ya fue derrotado. Lo de Artemio ha sido sospechosamente inflado. Si a cada rato la prensa lo entrevista, ¿por qué no va la policía y lo toma preso?

Siempre es bueno tener su senderista...

Claro, para azuzar el miedo al rebrote. Esto no significa que no habrá violencia en el futuro, incluso violencia política, pero el proyecto Sendero ya pasó, y el propio Abimael Guzmán lo reconoce así. Él dice que pasarán treinta o cuarenta años para que vuelva a haber otra coyuntura favorable para la guerra popular. ¿Te imaginas de acá a treinta o cuarenta años cómo será el mundo? Será la guerra de los clones.

Pero lo que Sendero nos ha dejado son las actitudes...

Somos una sociedad de posguerra. La vida cotidiana durante la guerra te queda, te impregna a veces sin que lo sepas. Esos son los traumas sicológicos que se transmiten de generación en generación. La violencia familiar siempre ha existido, pero en las zonas más afectadas por la violencia política aparece más inexplicable. Las mujeres no saben qué les pasa a los maridos. Antes había un cierto patrón, hasta ellas sabían cómo defenderse de ese patriarca que venía borracho y les quería pegar. Ahora no hay ese patrón. La violencia los ha afectado muchísimo en el ámbito de la vida cotidiana.

¿Cómo se han reinsertado los sende-ristas? Porque no todos están muertos y la vida continúa.

Por supuesto que la vida continúa y eso es algo de lo que las élites muchas veces no quieren darse cuenta. El primer nombre que se me viene a la mente, aunque no es importante, es Francisco Diez Canseco, que dice: «con los senderistas nada. La Comisión de la Verdad es pro Sendero»: son huachaferías. Nosotros podemos decir eso, pero en la comunidad de Mazamari o en Quispicanchis no puedes darte el lujo de declarar algo parecido porque los senderistas están ahí. ¿Cómo se reinsertan los que antes fueron senderistas y ahora no lo son? En algunos casos ha habido procesos de microrreconciliación. En la sierra y con los ashaninkas, en aquellos sitios donde tienen fuerza, los evangélicos han encontrado la manera de reincorporarlos a la comunidad. A veces a través de periodos de vigilancia. Los ashaninkas los eligen de dirigentes o los ponen hasta de alcaldes, porque los ashaninkas son sociedades contra el Estado. No querían que surja Estado en las sociedades amazónicas y cuando alguien estaba acaparando demasiado poder encontraban la manera de que muera y lo convertían en héroe. Pero nunca la reconciliación es total. Los varones son más propensos a la reinserción de los senderistas. Las mujeres no aceptan. Están atrás y uno escucha el murmullo de su desacuerdo. Esto sale en las fiestas con un poco de trago. ¿Y por qué no aceptan las mujeres? Porque se han quedado viudas o las violaron o se llevaron a sus hijos de reclutas. Hay todo un sector en el que ha habido microrre-conciliaciones que mal que bien funcionan. En otras partes, los propios sende-ristas se han reinsertado mejor de lo que ellos llamaban masa, en el sentido de que se lavaron las manos y regresan como toledistas, independientes, se meten a cualquier partido y se reincorporan no solo a la vida cotidiana sino a la vida política nacional. Muchas veces son brokers políticos o simplemente se reintegran a la comunidad, mientras la masa que fue ganada por Sendero y después golpeada por los militares, y que no tiene una historia heroica como la tienen los ronderos que derrotaron a Sendero, está moralmente abatida. Hay zonas de Aya-cucho donde el alcoholismo se ha desbordado. Se sale de los rituales y de la esfera de los hombres; ahora son también las mujeres, los jóvenes. Hay una descomposición social muy triste. En algunas partes, sobre eso comienza a actuar el narcotrá-fico. En Ayacucho se ha descompuesto la institucionalidad local, rural, surgen pandillas juveniles, se ha roto la jerarquía etaria. Todo ello crea un escenario favorable para el narcotráfico.

Hubo hace poco una discusión entre criollos y andinos en el campo de la literatura. Pero lo andino está como caricaturizado, estático, no recoge, si es que la hay, la complejidad de la sociedad andina en el Perú. ¿Qué cambios ha habido en lo andino?

Lo que les faltó a andinos y criollos es algo así como una trenza, aunque con más elementos; como un quipu, como un ovillo, andinos y criollos pero también limeños y provincianos, y costeños, serranos y amazónicos. Es esa triple diferenciación, jerarquización, distribución desigual del poder, donde en un extremo estaría el limeño criollo que, además, tiene plata, y en el otro extremo estaría el andino o el amazónico o el serrano pobre. Hay una trenza de ese tipo. La polémica que mencionas se ha quedado corta porque no ha visto esta triple o cuádruple trenza, si le aumentamos ricos y pobres. Entonces, tienes que Miguel Gutiérrez estaba entre los andinos y él es piurano. En realidad, él es provinciano. Creo que también entre los andinos estaba Gregorio Martínez, que en todo caso es un afro-peruano. Es cierto que todo es mucho más complejo y mucho más móvil. Te diría que más que el Megaplaza, si hablamos de arte, están todos estos cineastas que tienen gran éxito en provincias, como Palito Ortega en Ayacucho.

Hay como una industria hindú para un mercado provinciano.

Embrionario. Chollywood para un público provinciano. Pero en esta discusión no creo que unos estén arriba y otros abajo. Gente como Gregorio Martínez o Miguel Gutiérrez están de hecho en las grandes ligas, para usar esa frase que se desprestigió tanto. No sé por qué no se reconocía que en los principales medios hay una mayor aparición de ciertos personajes que están en redes más cercanas a esos medios.

Esta actitud postsenderista de la que hablábamos antes está reflejada en películas como Días de Santiago, de Josué Méndez. Es un retrato de la sociedad post Sendero.

Sí. Lo que Sendero produce es la militarización de viejos conflictos, que al final acaban explotando en diez mil pequeños conflictos: de comunidades contra comunidades, de familias contra familias, de vecinos contra vecinos.

Realmente, Sendero fue la apertura de la caja de Pandora, el aprendiz de brujo; todas esas metáforas están ahí. ¿Ahora quién vuelve a meter al genio en la botella? Y hoy se recurre con más facilidad que antes a la violencia para resolver conflictos. Eso es herencia de la guerra desatada por Sendero, en la que el Estado y la sociedad también participaron.

desco / Revista Quehacer Nro. 156 / Set. – Oct. 2005

domingo, 20 de junio de 2010


Cómo acabar de una vez con todas con el Intelectual en el Perú

El Jorobado Blog
Por Carlos meléndez "El Jorobado"
27 de agosto de 2009

No soy un intelectual. No quiero serlo. Estudio un postgrado en ciencia política, pero eso no me hace intelectual. Soy politólogo “no más”; así como se es ingeniero de sistemas, enfermera o “coleguita”. Es que el Perú no debería tener intelectuales –qué aburrido–, sino profesionales en ciencias sociales o en humanidades que simplemente hagan su chamba y se dejen de tanta pose. Porque ser intelectual (o pretender serlo) es un sinsentido en un país donde no se sabe si éstos sobran o si simplemente no existen.

El “intelectual” en el Perú, el de éxito, sale los domingos en El Comercio, entrevista página dos, casi siempre con alguna frase que por rimbombante no dice nada: “La democracia debe reconocer el pluralismo de nuestra historia” o “Ayer me pasé la luz roja delante de un tombo en Pezet y me di cuenta que no hay Estado en el Perú” (ajá). La foto ya la hemos visto miles de veces: mirada de necesito- Limonada-Markos, dedo índice inquisidor, camisa de domingo en el jardín trasero de su casa (que es tan grande que tiene las 8 regiones naturales). Luego se empacha y habla de todo, no ven que es un “intelectual”. En treinta minutos pasa desde la Conquista, hasta la Independencia, la guerra con Chile es infaltable, algún presidente del siglo XIX no queda mal (Ramón Castilla está de moda), y no puede olvidarse de Velasco de ninguna manera. Hace alguna referencia a la CVR, nos cuenta quién ganará las próximas elecciones en el 2016 y en el 2021, y por qué Gastón Acurio debe ser personaje del año una vez más. Puede ser pintor, escritor, haber ganado un premio literario (los juegos florales PUCP valen) o simplemente primo de los Miro-Quesada, pero se despacha con la seguridad que te dan las franeleadas de la Chichi, de Rosa María o de Augusto (y hasta de Ocram).

El intelectual en el Perú cuando viaja en realidad hace trabajo de campo. Es una suerte de Raimondi cruzado con Rafo León. Le aloca, le fascina, ir por la Panamericana Norte y reconocer con la actitud estoy-en-mi-chacra-carajo la agroindustria liberteña y el turismo-Mulánovich de las playas piuranas. Toma nota en su libreta Moleskine; la misma que inauguró cuando conoció el Mega Plaza, el día que le pidió a ex chofer –hoy taxista de ONG– que lo llevase a El Olivar, perdón, a Los Olivos. Claro al Sur Andino no va, mucho menos a Bagua. ¿Para qué esforzarse si aquello no tiene solución? (Please, esto entre nos, Rosa María).

La utilidad del intelectual en el Perú se reduce a dar su toque de charm a las secciones sociales de Cosas. Leer sus entrevistas sirve para matar el tiempo en algún café o para digerir el tamal el desayuno dominical. Su impacto real no pasa de ahí. Pero quizás, la mayor desgracia son los “intelectuales wannabe”, esa especie de lectores grises de los libros de la Avenida Wilson, que por tener una columna periodística, un blog, o por simplemente saber jugar ajedrez, se creen capaces de generar “síntesis de país” o pitear porque no han sido considerados en la Encuesta de Poder de Apoyo, cuando ni siquiera fueron solicitados para llenar el Test de Proust de Somos (aunque lo tuvieron listo para faxearlo no más).

Qué falso resulta el intelectual 25-horas-al-día capaz de –según el– reflexionar por qué el chofer de la combi que le metió el auto en la esquina contiene el goce de la transgresión criolla (¿será porque no tienes caña?), por qué su empleada al votar por Ollanta expresó ese clivaje histórico entre integrados y apocalípticos (¿será porque la obligas a vestirse de uniforme?), por qué es de tan mal gusto la redefinición de las identidades de género en la cumbia y el reggaetón (¿será porque no sabes bailar?). Y claro, como todo ello es incomprensible dentro de su metro cuadrado sanisidrino, lo eleva al nivel de “ensayo de la realidad peruana”… y ya está lista su contribución a la biblioteca-feria-de-libro de estudiantes entusiasmados con ver a su profe salir en el cable al lado de Lourdes Flores y Jorge Del Castillo. (Aunque las chicas nunca sabrán que el profe-intelectual-tengo-mi-columna-semanal que admiran, toma secretamente fotografías de sus traseros y las ve por horas en su casa mientras su esposa duerme).

A riesgo de tener muchos, el Perú no debería tener intelectuales, sino sociólogos, politólogos, filósofos, antropólogos. Simples profesionales que hacen su chamba de ocho horas, investigan, analizan, publican, y dejan sus egos atrapados en la privacidad de su casa. Porque –a ver muchachos, si tú el estudiante de sociales, mano en el pecho—por más que te tomes fotos de arrimado con el profesor invitado del extranjero, nunca serás intelectual dominical, ni de feria de libro, y lo que has estudiado sólo te servirá para darle algo de rollo sensiblero a la minera que te dará de comer.

sábado, 19 de junio de 2010


Intelectuales y Política / Por Juan Sheput

Intelectuales y política

INTELECTUALES Y POLITICA

16 de marzo de 2010
Desdeeltercerpiso
Escrito por: Jose Alejandro Godoy

Hace algunas semanas, comentamos por aquí el comunicado de un grupo de intelectuales y profesionales que apoyaron a Ollanta Humala. Dicho comunicado inició un debate en el que han intervenido dos de los firmantes de dicho documento, Alberto Adrianzén y Nicolás Lynch, en posiciones un tanto divergentes con las de Martín Tanaka, Alberto Vergara y Eduardo Dargent. También han participado Nelson Manrique, Carlos Melendez y Gonzalo Gamio desde otras perspectivas.

He seguido este debate con atención, debido a que, luego de mucho tiempo se han procurado discutir ideas sobre el rol de los científicos sociales y su vinculación con la política. Era un debate pendiente desde los años ochenta cuando, tanto en izquierdas como en derechas, varios de los científicos sociales se adhieron a partidos o proyectos políticos. Aunque creo que por momentos se ha visto entrampado por adjetivos que han llevado a respuestas bastante cargadas.

Desde el punto de vista del lego, creo que las conclusiones a las que se pueden arribar son las siguientes:

1. El intelectual y la militancia: Para mi, este es un punto con una conclusión más o menos fácil de arribar. Ciertamente, al estar inserto dentro de una sociedad, el científico social puede tener o no preferencias políticas y está en su derecho de adherirse o no a determinada postura política.

Pero creo que la misma debe ser hacia un proyecto y no a un personaje. El error de Adrianzén, Lynch y otros fue adherir a un caudillo antes que intentar construir un proyecto político y las explicaciones que han dado hasta ahora parecen ser la excusa para abordar lo que parece ser un tren de “la última oportunidad” que una generación tendría para alcanzar el poder y llevar a cabo sus ideas. Y también creo que Tanaka tiene el pleno derecho de no ser militante de partido alguno, dado que ninguno se amolda a sus ideas. Ser político no implica adherir necesariamente a un partido.

2. El rigor académico y la militancia: Coincido aquí con un comentario de Eduardo Dargent: la mejor forma de evaluar la producción de un académico es revisando lo que ha publicado. Y es allí donde se puede ver sí, independientemente de ideas, el científico social - y en general, cualquier académico - cumplió la chamba de tener conceptos claros, un método y, en el caso de sociólogos y politólogos, si es que han analizado la realidad o han tratado de calzarlas en sus esquemas mentales. Un ejemplo de ello es lo que ha hecho Dargent al analizar los recientes libros de Adrianzén y Lynch, indicando ideas con las que está de acuerdo y otras con las que no.

Pero también se puede aplicar a libros del otro lado del espectro político. Roberto Bustamante ha señalado varias veces los defectos de los libros de Hernando de Soto (ver aquí y aquí) y Julio Cotler ha hecho lo mismo con el libro de Jaime de Althaus sobre la “revolución capitalista”. Tan igual que en el lado zurdo, aqui tenemos a dos intelectuales que procuraron, antes que emplear un método, adecuar los hechos a sus ideas. Como vemos, es en este terreno sobre se debe conducir el debate, antes sobre si “el intelectual comprometido” es mejor o peor per se.

3. El concepto de democracia y la transición: Finalmente, creo que es sobre este punto donde se han presentado las mayores divergencias. Desde las críticas de Adrianzén y Lynch, se señala que la transición peruana debía comprender también un cambio en el modelo económico y que los presidentes siguientes traicionaron ese compromiso. Y se indica que el parámetro para medir la democracia que emplean los politólogos Vergara y Dargent es una mera justificación de desigualdades sociales o su compromiso con la economía de mercado.

Considero que, a diferencia de la transición de los años setenta, donde el componente económico y social era importante, en la del 2000, fue la reacción frente a una dictadura de nuevo cuño como la de Fujimori - o autoritarismo competitivo, que parece ser el término más preciso en ciencia política, lo que no quita para nada sus atrocidades -, tanto desde dentro como fuera del país lo que precipita su caída, sumado a una recesión que Fujimori no puede controlar debido a sus intentos reeleccionistas.

De allí que los componentes centrales de la transición fueran esencialmente políticos - corrupción, derechos humanos, eliminación de la reelección inmediata, descentralización -. Y sus componentes económicos fueran, antes que la búsqueda de un nuevo modelo, reformas puntuales que apuntaran a la mejora de los mecanismos de mercado. Obviamente me refiero aquí a Paniagua y a Toledo, García ya sabemos que se le fue la mano, como a todo converso.

Finalmente, como aclara bien Dargent, el concepto empleado para medir cuando un Estado es democrático o no implica una serie de mínimos sobre la materia, no una valoración sobre si se deben valorar o no los estándares sociales. Y en ese concepto, se concluye claramente que el gobierno de Fujimori no fue democrático.

Pero ciertamente, el punto que rescato de Adrianzén y Lynch es que la democracia debe ser eficaz en resolver los problemas de las personas y es en ello donde al Estado peruano le ha faltado más ímpetu en estos años. De allí que comparta parte de sus críticas, pero creo yo que, más que en el mercado, deben estar vinculadas a la forma como el Estado se vincula con los ciudadanos. Y de allí que, además de las cruzadas anticorrupción y los deslindes necesarios con el fujimorismo y la corrupción, sea necesario que nuestros políticos nos digan como harán para que el Estado no nos genere más problemas y colabore - ojo, no haga todo - para que los nuestros comiencen a solucionarse.

MAS SOBRE EL TEMA:
Roberto Bustamante: Whatever happened to the intelectual comprometido

viernes, 18 de junio de 2010


Sobre intelectuales y política*

CRÍTICA -
INTELECTUAL VS POLÍTICA 
BOURDIEU, PIERRE

Extraido de Henciclopedia.org

Pierre Bourdieu Todo académico debe también someter a crítica los prejuicios escolásticos cuya forma más persuasiva es la propensión a tomar como meta una serie de revoluciones de papel. Este impulso generoso pero poco realista ha llevado a muchos intelectuales de mi generación a someterse ... a un radicalismo de papel, esto es, la tendencia a confundir las cosas de lógica por la lógica de las cosas...
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¿Qué pasa con los intelectuales y la política? El sociólogo y etnólogo francés, Pierre Bourdieu, medita acerca de esta pregunta tratando de proponer la necesidad de crear un "colectivo" de intelectuales. Traducimos a continuación partes de la conferencia que dictara en la convención de la Asociación de lenguas modernas (MLA, Chicago, 1999).

¿Pueden los intelectuales, especialmente aquellos que pertenecen a instituciones académicas intervenir en la esfera política? ¿Deben intervenir en debates políticos? Si respondemos que sí, ¿en qué condiciones pueden insertarse eficazmente? ¿Qué rol pueden jugar los investigadores en los diferentes movimientos sociales tanto a nivel nacional como (y principalmente) a nivel internacional, ya que es ése el espacio en que se decide el destino de los individuos y las sociedades? ¿Pueden contribuir los intelectuales a inventar nuevos mapas que hagan que la política se ajuste a los problemas de nuestra época?

Primero que nada, para evitar malentendidos, debo decir que los investigadores, artistas o escritores que intervienen en el mundo político no se convierten inmediatamente en políticos. Siguiendo el modelo creado por Emile Zola a propósito del caso Dreyfus, los investigadores se vuelven intelectuales o intelectuales públicos cuando invierten su autoridad específica y los valores asociados al ejercicio de su arte en una lucha política... Al invertir la competencia artística o científica en debates cívicos, los intelectuales corren riesgo de desilusionar a otros. Por un lado, pueden desilusionar a aquellos que en su universo académico cerrado eligen el camino virtuoso de permanecer encerrados en la torre de marfil y que ven en el compromiso una violación de la famosa "neutralidad" (erróneamente igualada a objetividad científica cuando es algo inevitable, es decir, un hecho, que el escapismo es siempre imposible).

Por otro lado, pueden desilusionar a aquellos que en el campo del periodismo y la política ven la práctica intelectual como una amenaza a su monopolio sobre la opinión pública... Acusar el anti-intelectualismo no excluye a los intelectuales de la crítica al intelectualismo: todos los intelectuales deben realizar una práctica de auto-crítica. La reflexividad crítica es un prerrequisito de toda acción política de los intelectuales. Estos deben llevar a cabo una crítica permanente de los abusos de poder o de autoridad que se realizan en nombre de la autoridad intelectual; o si se prefiere, deben someterse a sí mismos a la crítica del uso de la autoridad intelectual como arma política dentro del campo intelectual mismo (enseñanza, investigación, etc). Todo académico debe también someter a crítica los prejuicios escolásticos cuya forma más persuasiva es la propensión a tomar como meta una serie de revoluciones de papel. Este impulso generoso pero poco realista ha llevado a muchos intelectuales de mi generación a someterse ... a un radicalismo de papel, esto es, la tendencia a confundir las cosas de lógica por la lógica de las cosas...

Habiendo postulado estas notas preliminares, puedo entonces afirmar que los intelectuales (artistas, escritores, científicos, etc. que ingresan a la acción política en base a su competencia en sus áreas de especialización) son indispensables para las luchas sociales, especialmente en el presente dadas las formas que la dominación asume. Trabajos históricos recientes y mucha inercia intelectual, han cumplido un rol fundamental para la producción e imposición de la ideología neoliberal que regula el mundo. A la producción de estos pensamientos reaccionarios debemos oponer la producción de redes críticas que ha convertido a los intelectuales específicos (en el sentido que expone Foucault) en un colectivo intelectual capaz de definirse por sí mismos los temas y fines de sus reflexiones y acciones.

Este colectivo intelectual puede y debe rellenar funciones negativas: debe trabajar para producir y diseminar instrumentos de defensa contra la dominación simbólica que descansa cada vez más en la autoridad de la ciencia. El colectivo-intelectual puede someter al discurso dominante a una crítica sin merced del léxico abstracto (globalización, felixibilidad, empleo) razonando sus usos específicos y metáforas. El colectivo-intelectual debe también someter su discurso a una crítica sociológica que extiende la crítica discursiva y desmantela las determinantes sociológicas que minan al discurso dominante (comenzando con los medios de prensa, y especialmente con los periódicos de economía). Finalmente, pueden contraponer a la autoridad pseudo-científica de los expertos, una crítica científica de los presupuestos escondidos en tales discursos.

Este colectivo puede cumplir una función positiva al contribuir al trabajo colectivo de invención política. Las consecuencias que produjo el colapso de la Unión Soviética en el mundo ha dejado un vacío que la doxa neoliberal ha llenado, y la universidad poco ha contribuido para crear una crítica social...Necesitamos reconstruir una edificio crítico y esta reconstrucción no puede ser hecha por un solo intelectual aislado....

*Traducción de Pierre Bourdieu a cargo de Susana Draper.

jueves, 17 de junio de 2010


A PROPÓSITO DEL DEBATE SOBRE LA OBJETIVIDAD EN LAS CIENCIAS SOCIALES Y EL COMPROMISO DEL HISTORIADOR

NR Este blog, en un afan democrático de expresar todas las corrientes intelectuales sobre temas de la incursión histórica de los intelectuales en la política, divulga éste artículo, sin estar, necesariamente, de acuerdo con lo vertido en el. Pero sí hacemos imcapié que publicaremos posiciones ideológicas, mientras que no expresen  dogmas irreversibles ni propongan soluciones antidemocráticas, intolerantes o violentistas.
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21 de marzo de 2010
CONTINÚA EL DEBATE SOBRE LA OBJETIVIDAD Y EL COMPROMISO SOCIAL


Publicado por el Centro de Investigación Qantu de la Universidad  Federico Villareal
“El criterio de la verdad no puede ser otro que la práctica social. El punto de vista de la práctica es el punto de vista primero y fundamental de la teoría materialista dialéctica del conocimiento...” (Mao Tse Tung 1975:7)


“…no soy un crítico imparcial y objetivo. Mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones. Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano…” (José Carlos Mariátegui).


“La neutralidad en la ciencias histórico sociales en una sociedad signada por la lucha necesaria de intereses es una ficción” (Morote E. 1983:9)
Mientras las luchas del pueblo se desarrollan, superándose el repliegue político general a inicios del siglo XXI, en el plano de la contienda académica, asistimos a la derrota teórica de los planteamientos que ha finales del siglo XX cuestionaron la cientificidad de la historia y las ciencias sociales. Estos “novísimos” planteamientos referían que “el quehacer histórico” había respondido a una “ideología” y por tanto carecía de objetividad, al reducir todo, al conflicto y las luchas sociales, es decir, ver solamente los enfrentamientos, las contradicciones.

Estos “novísimos” planteamientos buscaron hacer tabla rasa de todos los estudios académicos científicos con clara influencia marxista, en convergencia con el ambiente político mundial, que tras la caída del socialismo existente, llevó a intelectuales de extrema derecha a proclamar “el fin de la historia” y el triunfo de la democracia burguesa como modelo de sociedad (Francis Fukuyama).

De esta forma, durante los años 90 del siglo pasado; asistimos a una ofensiva general del imperialismo, resultando casi inadmisible defender el marxismo, la vigencia del pensamiento crítico, o cualquier utopía posible, por que el aparente triunfo del capitalismo, había llevado a los EEUU a convertirse en superpotencia hegemónica única.

En el mundo académico muchos intelectuales, quienes en décadas pasadas habían abrazado el marco teórico marxista por sólo pose o moda (profesaban ser marxistas y se sostenían de las andaderas de un marxismo catequístico), durante esos momentos se veían “...vagando como almas en pena, buscando un nuevo arrimo sin encontrar otro catecismo equivalente, que les devuelva la vieja confianza y la perdida alegría” (Fontana, 1992).

Martin Tanaka en sus propias palabras mencionaba que“…el derrumbe de las utopías ha dejado un gran vacío, no en los países en donde esa ideología ha hecho sus pruebas y ha fallado sino en aquellos en los que muchos la abrazaron con entusiasmo y esperanza. Por primera vez en la historia los hombres viven en una suerte de intemperie espiritual...” Ver: http://martintanaka.blogspot.com/2006/09/la-bsqueda-del-presente-de-octavio-paz.html

Y es que algunos sectores de la intelectualidad asumen cada cierto tiempo planteamientos novedosos en forma simplemente de moda, antes de constatar su sustento teórico “...dedicados a probar con cada una de las nuevas modas que aparecen en el mercado” (Fontana 1992:13).

En las últimas semanas destacados académicos del medio local, ingresaron a una polémica sobre la objetividad y el compromiso del científico social en las ciencias sociales, temas que vale la pena reflexionar, no con el ánimo de caricaturizar la posición contraria sino con el ánimo de esclarecer al público lector sobre estos problemas.

En lo referente a la objetividad debemos mencionar que la historia, ciencia integrante de las ciencias sociales, se desarrolla al interior de un orden económico social. Al respecto Lenin mencionó: “....en una sociedad erigida sobre la lucha de las clases no puede haber una ciencia social “imparcial…” y que vigente fueron esas palabras en aquellos momentos; hace algunas semanas Nelson Manrique, publicó un articulo titulado “La Objetividad” (La República Mar, 19/01/2010), y señaló dos formas de abordar la objetividad; una primera, de amplia aceptación, consistente en declararse neutral frente al objeto de estudio que “…cae en el error de asignar “una posición a las ideas existentes en plaza (radicales o conservadoras, progresistas o reaccionarias, etc.) para luego buscar ubicarse en una posición equidistante de ellas”(Ibíd.). Esta forma de abordar la objetividad no toma en cuenta al científico social como elemento integrante de la sociedad y que interactúa con su objeto materia de investigación, por tanto seria “…ilusorio pretender que por un acto de voluntad podemos ponernos por encima de las solidaridades sociales…nuestros prejuicios, fobias…para producir un conocimiento incontaminado” (Ibíd.).

Esta pretendida objetividad, fue divulgada y (se hizo) popular en las ciencias sociales de los años 90; su aparente visión objetiva carente de ideología, apostaba por alejar al hombre de su realidad concreta y de sus problemas reales, para reducirlo al análisis semántico y lingüístico, sin que ello signifique que estos ámbitos de estudio no sean importantes en el análisis.

La intención era ex profesa, se pretendía vendernos una historia sin conflicto, como si la lucha de clases, fuera un hecho inexistente en la historia, postulando que esta nueva forma de hacer historia era objetiva, dado que la otra era ideologizada; sin embargo, su enfoque de la historia al desconocer el conflicto desconocía una ley de la historia -la ley de la contradicción- expresada en la denominada lucha de clases, concepto que refleja la contradicción que se produce entre dos clases antagónicas cuando luchan por sus intereses de clase, y que se expresa en lucha económica, cuando un obrero se enfrenta a la patronal por mejores condiciones de vida, en lucha ideológica, al nivel de los planteamientos que legitiman el orden existente o lo cuestionan y en lucha política cuando una clase lucha por obtener el poder político.

Así la difundida “objetividad”, en aquellos novísimos planteamientos en la teoría y filosofía de la historia, sólo expresaba una visión idealista encubierta que tenía como objetivo de fondo, legitimar el orden existente y visualizar el aparente triunfo del capitalismo imperialista como un acontecimiento definitivo. Pretendiendo soslayar, la transitoriedad de los sistemas económicos sociales, negando que las restauraciones (como el aparente triunfo del capitalismo) o las contrarrevoluciones, fueran periodos transitorios en la marcha de la historia hacia una transformación social, que busque el beneficio de las inmensas mayorías en el mundo.

La otra forma de abordar la objetividad parte de reconocer que todo planteamiento o explicación presenta un sustrato ideológico y no es cierto “que la ideología distorsiona la percepción de los demás pero no la de uno mismo, porque uno piensa, limpiamente, “en científico”…(Ibíd.), sino que realizamos el análisis partiendo de la premisa que aceptamos esos condicionamientos sociales, nuestra identificación y compromiso con un agente de la historia y proponemos que somos “capaces de poner bajo control nuestros sesgos conscientes e inconscientes”(Ibíd.).

Este sinceramiento en lo académico nos permite incluso ser más objetivos por que se colocan nuestros “sesgos sobre la mesa en comparación con aquel que ingenuamente cree que no los tiene y que, al no reconocerlos, no puede controlarlos”. Por ello, Manrique se vale de Mariátegui, para explicar como el acercamiento a la realidad se puede hacer desde una posición comprometida, como cuando Mariátegui mencionaba “… mis juicios se nutren de mis ideales, de mis sentimientos, de mis pasiones. Tengo una declarada y enérgica ambición: la de concurrir a la creación del socialismo peruano”(Ibíd.). Pretender una objetividad alejada de los compromisos, pasiones, subjetividades del ser humano, es desconocer que son seres humanos los agentes cognoscentes o quienes elaboran las investigaciones, en palabras de Gonzalo Gamio Gehri “…la desvinculación absoluta del mundo vital constituye una ficción epistemológica”  Ver: http://gonzalogamio.blogspot.com/2010/01/sobre-la-objetividad-y-la-ciencia.html

Martin Tanaka hace suya una teoría del conocimiento que lo lleva ha afirmar “Estoy totalmente de acuerdo con que el "conocimiento objetivo" es una quimera…”, pero rápidamente afirma “…El problema es transmitir el mensaje de que, como la objetividad no existe, solo existe la subjetividad, y por lo tanto todos estamos autorizados a decir lo que nos de la gana y a defender aquello en lo que creemos sin ningún control” Ver: http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales.html

En su segunda argumentación Tanaka logra darse cuenta de la trampa a la que conduce aseverar que el conocimiento no es objetivo, y es que el conocimiento no es subjetivo, sino que “…el conocimiento es una imagen subjetiva de la realidad objetiva, un reflejo del mundo externo en las formas de actividad y conciencia humana. El mundo de las ideas no nace de la psicología individual ni de la fisiología del cerebro…el conocimiento, el mundo de las ideas… surge como forma y producto de la transformación activa de la naturaleza (Flamarión C, S. Cardoso 1981:26). Señalemos un ejemplo, la realidad circundante a nuestro derredor existe, independientemente de lo que nosotros pensemos, es objetiva; el conocimiento constituye la imagen subjetiva de esa realidad concreta, y allí sí estamos de acuerdo con Tanaka cuando menciona “…el vicio más recurrente en el que caemos es querer acomodar la realidad a nuestros deseos, opciones políticas o simples prejuicios, antes que cualquier otro”. http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales.html

La realidad debe ser aprehendida en toda su complejidad, la denominada objetividad, constituye el aprehender el objeto de investigación y lograr primero analizarlo, desmenuzarlo, encontrar su contradicción principal interna, las secundarias, las interrelaciones con la realidad misma y finalmente habiendo llegado a su esencia, develarlo en todas sus múltiples contradicciones, logrando llegar a una aproximación lo mas cercana a la realidad.

Un segundo tema a conversar es sobre el compromiso que asume el científico social, al respecto Martin Tanaka cae en un sinceramiento y nos brinda su compromiso como científico social al mencionar” …Hacemos ciencia social desde un compromiso con valores como la libertad, la democracia, la equidad, el pluralismo, la diversidad cultural, la honestidad científica, la búsqueda del conocimiento, etc..” Ver: http://martintanaka.blogspot.com/2010/02/objetividad-y-ciencias-sociales.html

El problema radica no en que Tanaka asuma un compromiso como científico social, sino que su compromiso sea con valores como la libertad, habría que pedirle que sea más explícito, ¿a que se refiere cuando menciona la libertad?, a la ¿libertad burguesa?; ¿desde que noción teórica aborda el concepto de la libertad?; sobre la democracia ¿Se referirá a la democracia burguesa?, la equidad, es que acaso para Tanaka el sistema económico existente, (según su percepción sólo debe remendarse, reacomodarse y/o perfeccionarse) ¿es un modelo que propugna la equidad? ¿No es cierto acaso que el actual sistema económico genera la concentración de riqueza en pocas manos?. En palabras del mismo Andrés Oppenheimerla creciente concentración de la riqueza en Latinoamérica debería hacer sonar campanas de alerta. Indica que los cinco últimos años de crecimiento económico de la región no se han traducido en la creación de una nueva clase media de decenas de millones de pequeños emprendedores, sino que más bien sirvieron para que los muy ricos se enriquezcan aún más”. Ver: http://ricos-y-pobres.blogspot.com/2008/08/la-concentracin-de-riqueza-en-amrica.html

Tanaka nos habla de pluralismo, ¿es el actual sistema capitalista en su expresión neoliberal, democrático y plural?, no es acaso cierto que por ejemplo, todos los programas de noticias y de análisis periodístico e investigativo tienen un discurso homogéneo, la defensa del libre mercado, y cualquiera que empiece a molestar y/o criticar al sistema, es expulsado de la aldea de comunicadores sociales en la televisión. No olvidemos que en nuestro país, aún se persigue el derecho de opinión, recuérdese que existe el delito de "apología de terrorismo", y que en palabras de Federico Salazar "La consagración del delito de apología es, para mí, una aberración. Creo, como dice la Constitución, que no hay delito de opinión. Creo en la validez universal y absoluta de este dogma" Ver: http://www.larepublica.pe/contrapelo/20/09/2009/defendamos-abimael

El compromiso del historiador o de cualquier científico social está implícito en su quehacer intelectual, en su praxis de dos formas, de manera explicita cuando da señales claras y nítidas de las banderas que hace suyas y de forma implícita cuando consciente o inconsciente defiende determinadas banderas que son para el las que deben seguirse, un ejemplo claro de ello lo da el mismo Tanaka cuando refiere líneas arriba “…Hacemos ciencia social desde un compromiso con valores como la libertad, la democracia, la equidad…..”.

La discusión académica surgida a raíz de estos dos temas en las ciencias sociales, la objetividad y el compromiso del científico social, invitan a continuar escribiendo sobre mas aristas y contrastar los modelos teóricos, las formas de analizar y abordar la realidad social, y también nos señala cuan acertado fue lo que mencionó Mao Tse Tung “…alentar la discusión y la crítica entre la gente que sostenga diferentes opiniones, permitiendo ambas libertades, la de criticar y la de contra criticar; significa no reprimir las opiniones erróneas sino convencer a la gente razonando con ellos" (Mao Tse Tung 1975: 273). Esta última cita intenta invitar a continuar el debate que se a iniciado en este y otros temas y que los científico sociales, sin importar su orientación y opción política, defiendan con ardor y con lo mejor de sus análisis sus planteamientos, el publico lector será finalmente quien sea el beneficiado al poder contrastar las diversas formas de enfoque con la realidad concreta.

CENTRO DE INVESTIGACIÓN "QANTU - UNFV"
CIQANTU UNFV - EDITORES

BIBLIOGRAFÍA
Cardoso, C. F (1981) Introducción al trabajo de la investigación histórica.
Barcelona. Grupo Editorial Grijalbo.
Fontana, J. (1982) Historia. Análisis del pasado y proyecto social.
Barcelona Grupo Editorial Grijalbo.
Mao Tse Tung (1975) Cinco Tesis Filosóficas. Ediciones en Lenguas Extranjeras. Pekín .

martes, 15 de junio de 2010


Julio Cotler

La República
Mar, 15/06/2010
Por Nelson Manrique

El doctorado honoris causa que la Pontificia Universidad Católica del Perú ha otorgado a Julio Cotler constituye un merecido reconocimiento a uno de nuestros intelectuales más influyentes, no sólo por la calidad de su producción sino por su coherencia personal y la integridad con que ha defendido sus convicciones a lo largo de una vida.

Es un problema arduo determinar en qué consiste el impacto social de la creación intelectual. Algunos piensan que esta debe medirse por la influencia que las ideas ejercen sobre quienes toman decisiones: los políticos. Pensando desde una perspectiva temporal más amplia, creo que la forma más elevada de influencia ejercida por un intelectual consiste en cambiar el sentido común dominante en un momento dado. Y es evidente que varios de los postulados que Cotler formuló, especialmente en su clásico libro Clase, Estado y Nación en el Perú, se han incorporado al sentido común histórico de los peruanos.

Existe una imagen de la producción intelectual –incluso la política– que la ve como el resultado de una reflexión distanciada, alejada de las contingencias de la incómoda realidad, preocupada ante todo por los problemas teóricos del quehacer académico. No es este el caso de Julio Cotler, a quien, como él mismo recuerda, el deseo de lograr la justicia social le nació muy tempranamente. Él, como hombre de su tiempo, no le huyó nunca al compromiso político, y desde muy temprano supo jugarse por las causas en las cuales creía.

Según recuerda Rodrigo Montoya en un interesante testimonio sobre la historia de San Marcos, la represión desatada por el golpe militar de Odría de octubre de 1948 golpeó a muchos jóvenes izquierdistas. Julio Cotler –que entonces estudiaba en San Marcos y militaba en la Juventud Comunista del Perú– fue castigado con la deportación a Huancayo. Otro importante miembro de su generación, Aníbal Quijano –también referente fundamental de la sociología peruana del siglo XX–, pasó algunos meses encarcelado por sus ideas (“San Marcos: el pulmón del Perú”. Quehacer Nº 154. Lima, mayo-junio de 2005). Las preocupaciones intelectuales de esa generación estuvieron pues desde un comienzo dictadas por una acuciante realidad marcada por la exclusión, la violencia y el empleo del poder para perpetuar órdenes sociales injustos (¿suena conocido?).

Un primer referente institucional fundamental de la actividad de Julio Cotler ha sido la enseñanza en San Marcos. El otro surgió en febrero 1964, cuando junto con un importante grupo de académicos fundó el Instituto de Estudios Peruanos, IEP. Ello no lo llevó a encerrarse en el quehacer académico. A comienzos de los setenta, bajo el gobierno militar de Velasco Alvarado, fundó, junto con Aníbal Quijano y un notable grupo de intelectuales, uno de los colectivos político intelectuales más interesantes de la historia del socialismo peruano, la revista Sociedad y Política. En este proyecto participaron, entre otros, Guillermo Rochabrún, Rodrigo Montoya, Heraclio Bonilla, César Germaná y Peri Paredes.

Sociedad y Política no le fue indiferente al régimen militar. Su crítica de izquierda le atrajo la represión, que incluyó la prisión y deportación de Quijano y Cotler (la explicación que dio Velasco de este abuso fue que ambos “se habían extralimitado en sus conceptos”). Fue durante su exilio en México que Cotler trabajó el que sería su libro más influyente: Clase, Estado y Nación… Su elaboración no fue, ciertamente, el resultado de una sesuda reflexión de gabinete sino el intento de aportar respuestas a los problemas que se planteaba un intelectual que apostaba por el cambio social en el Perú.

Cotler es conocido por su temperamento antidogmático, por su valor para opinar con independencia y por su apertura a las nuevas ideas. Su producción ha estado marcada por un permanente compromiso con el Perú. Más que saludar al oráculo que nunca cometió equivocaciones creo que debiéramos agradecerle su coherencia, su voluntad de ir más allá de los lugares comunes políticamente correctos de cada momento y su apuesta por un Perú justo y reconciliado consigo mismo.