Escribe Roberto Bustamante
Comparto completa la columna que publiqué hoy en Spacio Libre (sobre la irrupción de MOVADEF en un evento académico) que por motivos técnicos no se puede leer. Al final de esta entrada también encontrarán enlaces a algunos artículos que considero claves.
Lo no discutible
Se presenta un libro sobre el pensamiento del grupo terrorista Sendero Luminoso (que no he leído aún, pero espero hacerlo prontamente). El autor, Gonzalo Portocarrero, según tengo entendido, desarrolla los temas del mesianismo y el culto al personaje de Abimael Guzmán, el líder senderista.
En eso, la reunión es interrumpida por la gente de MOVADEF, el movimiento prosenderista que plantea abiertamente una amnistía general, tanto para los senderistas como para los criminales militares. La interrupción se ampara además en apelar a la democracia y a la libertad de expresión. Piden debatir con el autor y con los panelistas de la presentación. Lo piden a gritos.
De lo que conozco a Sendero y su pensamiento, se sabe que no hay espacio para la duda ni para la revisión de sus postulados o hipótesis centrales. Es cierto cuando se dice que Sendero tiene una ideología total de la historia y la sociedad, donde cada hecho no solamente está explicado, sino también el futuro cercano y lejano. No se trata de una compleja teoría social, sino, por el contrario, una postura historicista, donde todo está explicado. Y aquello que no encaja, también, toda vez que se le puede echar la culpa a la “reacción”, a aquellos que se oponen al cambio. Y luego, la cadena de conspiranoia, donde el origen del mal siempre es la CIA y el imperialismo. Para ellos, los casi 100 años del clásico libro de Lenin, “El imperialismo como etapa superior del capitalismo”, no han pasado. Qué Manuel Castells y su monumental “La sociedad red” se revuelquen en la estantería.
Algunos exigen aceptar el debate con MOVADEF. Sin embargo, debate implica no solamente un intercambio de argumentos, sino también ceder, aceptar la posibilidad que el interlocutor pueda tener un argumento válido y que uno pueda tener un argumento equivocado. Las comunidades científicas pueden debatir porque parten de lo que Thomas Kuhn llamaba el paradigma, que no es otra cosa que un consenso, un lenguaje común para toda la comunidad. Los argumentos son puestos en la mesa para que los analicemos y los pongamos a prueba. Si un argumento, planteaba Popper, no puede ser sometido a un examen tal que se pueda poner a prueba su falsabilidad, entonces estamos frente a algo propio de las religiones, sea un credo, un acto de fe.
Es por ello que tampoco se puede debatir “el aborto” o “la persona” en términos filosóficos o religiosos. En algún momento llegaremos al punto muerto donde los argumentos se tuercen sobre sí mismos y se vuelven dogma. Simplemente no se puede seguir discutiendo; aceptamos allí que el dogma es parte de la fe y que esta pertenece al campo de lo indecible. Wittgenstein era bastante radical en el asunto. Lo indecible es aquello que no puede ser un argumento lógico. De igual modo, decía, un problema que no tiene una resolución lógica (por ejemplo, la existencia de dios) se vuelve irracional, fuera del campo de la argumentación y por ende es parte del campo de lo emocional, de la esfera privada, cuando no íntima. “De lo que no se puede hablar, hay que callar”, terminaba Wittgenstein su famoso Tractatus.
Nuevamente, ¿vale la pena discutir con aquellos que abiertamente tienen posturas basadas en “la verdad” o en “la fe”? Podemos sí discutir los efectos de ciertas religiones (es decir la institución que sostiene la reproducción de la fe) en la sociedad. Podemos incluso plantearnos formas de comprobar esos efectos, buscar variables, analizarlas. Pero no podemos discutir la fe. De igual modo, podemos discutir con los MOVADEF, por supuesto, pero eso debería pasar por tener bien claro cuáles son los puntos sobre los que vamos a intercambiar ideas y qué cosas están ya dadas como acuerdo. Es decir, se debate con quien quiere realmente debatir.
Lo otro, es pisar el palito y darle tribuna a los iluminados.
Y alimentar al troll.
Recomiendo también los siguientes artículos:
MARTES, 3 DE JULIO DE 2012
Batallas por la memoria
Fuente El Blog de Martin Tanaka
El pasado jueves 28 de junio se presentó en el Centro Cultural de la PUCP el libro de Gonzalo Portocarrero, Profetas del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso (Lima, Fondo editorial PUCP, 2012). Ya he comentado sobre el libro, aquí.
Como es de conocimiento público, el abogado de Abimael Guzmán, Alfredo Crespo, junto a presuntos integrantes del MOVADEF, interrumpió la presentación del libro, insultó al autor, y terminaron lanzando arengas senderistas. Frente a este hecho, ¿cómo debieron reaccionar quienes estuvieron ese día? ¿Cómo deberíamos reaccionar nosotros ante algún hecho similar en el futuro?
Quiero empezar diciendo que no es en absouto mi ánimo el de criticar a quienes estuvieron ese día en la presentación del libro. Los senderistas sabían que el auditorio había asistido a un evento académico, y que nadie estaría listo para un debate o una confrontación con ellos. Y uno en frío piensa en cómo debieron ser las cosas y le parecen claras, pero por supuesto una cosa muy diferente es haber estado allí. Precisamente, los senderistas se aprovechan de la buena fe de las personas, de la confusión, de la ingenuidad, de la falta de reflejos políticos. Para los senderistas, me parece, el juego es claro: utilizar la presentación del libro para crear un evento político propagandístico propio, "denunciar" las "falsedades" de los "lacayos del imperialismo", boicotear la presentación de un libro que denuncia a Abimael Guzmán como un "profeta del odio", y de paso, lanzar la advertencia de que harán acciones similares en el futuro, para así generar miedo, autocensura, para dificultar que en el futuro se sigan generando espacios de reflexión y debate que dejen en claro el carácter totalitario del senderismo.
Siendo las cosas así, fue un tremendo error darle la palabra a Crespo, y permitirle convertir un evento académico en un espacio para lanzar consignas proselitistas. Toda presentación de libros tiene una dinámica preestablecida, y los organizadores no debieron dejarse arrebatar el control de la situación. Pero este no es un problema que se resuelve con un moderador más enérgico, con PROSEGUR, con la policía, o a empujones, porque el uso de la fuerza, aunque legítimo en este caso, los ayuda a victimizarse. Está claro que ellos igual iban a armar su espectáculo, porque no les interesa el debate, sino conseguir una tribuna para lanzar sus consignas. Y uno no puede concedérsela.
La respuesta tiene que ser política. Esto significa que, con sendero allí, de lo que se trata no es de seguir con un debate académico, porque ya no es posible, sino de impedir que la presentación de un libro se convierta en una victoria política de ellos; de lo que se trata es que se convierta en una derrota. ¿Cómo? Pues denunciando claramente lo que Sendero Luminoso es, un grupo terrorista, homicida. Y si ellos se paran delante tuyo y te gritan consignas a favor de Abimael Guzmán, lo que hay que hacer es pararse y gritarles también en la cara que repudiamos a los asesinos y terroristas. Gritar ¡no al terrorismo!, demostrar que ellos son minoría, y que la mayoría los repudia hubiera convertido el intento del boicot en una victoria democrática, y una demostración efectiva de que la sociedad peruana rechaza a los "profetas del odio".
Eso requería el liderazgo de alguien y después una respuesta colectiva, pero lamentablemente no se dio. Queda de tarea para todos. Que esta falta de respuesta política no se repita. Desde la academica criticamos muy cómodamente a los partidos políticos "por no hacer política", por "abandonar la lucha ideológica" en las universidades, reivindicamos la importancia de las "batallas por la memoria", pero cuando las papas queman permitimos que nos lorneen en nuestra propia casa, como el Centro Cultural de la PUCP, y digo esto como profesor de la PUCP. Muy mal para nosotros, como comunidad académica.
La respuesta tiene que ser política. Y con mucha preocupación percibo cómo nuestros estudiantes de ciencias sociales se han ido despolitizando (incluyendo por supuesto también los de ciencia política), así como nuestras ciencias sociales en general, apegándose a un modelo cada vez más estrechamente "profesional". Con esto no quiero decir que debamos meternos a militar en partidos políticos (cosa que nada tiene de malo, por cierto, y ojalá más se animaran a hacerlo), o que la profesionalización sea mala, pero sí me parece preocupante que el rango de intereses y motivaciones parezca cada vez más pequeño, perdiéndose de vista los "temas grandes" y la preocupación por los temas de debate público. Viendo las cosas desde este ángulo, no resulta tan sorprendente la falta de reacción ante las provocaciones de Sendero en un evento académico de profesores y estudiantes de ciencias sociales de la Universidad Católica. Tenemos que revisar lo que estamos haciendo.
Termino con un recuerdo personal. Si no estoy mal, en el primer semestre de 1988 el senador Rolando Ames presentaba el Informe en minoría de la Comisión investigadora sobre los sucesos de los penales de 1986, en el J-101, hoy auditorio Gustavo Gutiérrez, que estaba totalmente lleno. En esa ocasión, en medio de la presentación, un grupo de senderistas de la universidad, bastante pequeño, pero bien organizado, decidido y bullicioso, irrumpió en el salón, lanzando vivas al "camarada Gonzalo" y denunciando el informe Ames, por "reaccionario" y por pretender "negar los crímenes del genocida Alan García". Al igual que hoy, la sorpresa hizo que cundiera el desconcierto. Algunos reaccionaron "represivamente": es decir, quisieron sacar a los senderistas a empujones. Otros hacían llamados a la calma, pero las arengas senderistas no paraban. Un pequeño grupo de senderistas lograba inmovilizar a decenas, cientos de profesores y estudiantes, la mayoría de izquierda, y boicotear la presentación del informe, en plena Facultad de Ciencias Sociales. Hasta que alguien se paró y gritó: "contra la violencia terrorista... " y todo el auditorio respondió "...Izquierda Unida". El auditorio respondió políticamente, y las consignas contra el terrorismo y por una izquierda democrática acallaron totalmente al grupo de senderistas, que terminó retirándose del auditorio.
Al final, la presentación del informe Ames terminó siendo excelente, un triunfo político de la izquierda democrática y una derrota del senderismo. Ese mismo día yo, estudiante de sociología, decidí inscribirme en Izquierda Unida, convencido de que solo una respuesta organizada sería capaz de sacar al país adelante, y de que, si cada uno seguía aislado y desorganizado, el senderismo nos pasaría por encima. Como sabemos, Izquierda Unida implosionó poco después, así que mi militancia fue realmente corta. En todo caso, aprendí algo que hasta ahora no olvido, a pesar de que ahora estamos en otro tiempo y de que la militancia partidaria no es una opción como era antes: que la respuesta al senderismo tiene que ser política, y organizada. Así como reclamamos a los partidos que hagan su trabajo, los científicos sociales debemos hacer el nuestro. Y ojo que si no somos capaces de responder de manera democrática y efectiva al desafío del senderismo, la cancha será ganada por quienes pretendan imponer soluciones meramente represivas.
VER TAMBIÉN:
domingo, 29 de enero de 2012
Memoria y MOVADEF
ACTUALIZACIÓN, 4 de julio
Ver también:
PROFETAS DEL ODIOJosé Alejandro Godoy
3.7.12
Movadef no pone las reglasGustavo Faverón
3Jul
Sobre lo debatible y la políticaRoberto Bustamante
Algunas consideraciones sobre la Carta de Javier Urbina4 julio 2012
Erich Luna
ACTUALIZACIÓN:
Martín Santivañez
"Cobardes, ingenuos y terroristas"Correo, 6 de julio
ACTUALIZACIÓN, 9 de julio
Mario Camoirano
"El lugar de la memoria de Tanaka"
Truculenta presentación de “profetas del odio”
Fuente: Página de Gonzalo Portocarrero
Presentación del libro “Profetas del Odio: raíces culturales y liderazgo de Sendero Luminoso” Fondo Editorial de la PUCP, 2012. Segunda Edición.
Introducción
Después de esta introducción reproduzco el discurso que había preparado para la ocasión. En realidad no pude leerlo íntegramente pues un pelotón del Movadef (Movimiento por la Amnistía y los Derechos Fundamentales, organización de fachada de Sendero Luminoso), presidido por el abogado Alfredo Crespo, irrumpió en la sala cuestionando el valor del libro, lanzando arengas a favor de la libertad de Abimael Guzmán y presentándose como los auténticos demócratas que luchan por la justicia en beneficio de las mayorías.
El abogado Crespo opinó que el libro era un “mamotreto”, que en realidad el “profeta del odio” era yo, el autor, que además era solo un “lacayo del imperialismo”, “rabiosamente anticomunista”. El libro reduciría la guerra popular a una perspectiva psicologista en la que yo enfatizaría el resentimiento social como el motivo fundamental la insurrección senderista. En realidad, Crespo y sus seguidores no habían leído el libro pero trataban de convertir su presentación en una suerte de tribuna para hacer propaganda a sus ideas. En realidad, no había argumentos en su discurso pero si una vehemencia y una convicción que pretendía imponerse y acallar toda opinión contraria.
La verdad es que nadie había previsto la irrupción. La dirección de la mesa, a cargo de Patricia Arévalo, decidió darle 5 minutos para que expresara lo que tuviera que decir. Pero, claro, Crespo rebasaba los minutos y no era sencillo hacerlo callar.
Sobre todo, y aquí va el hecho doloroso, porque estaba apoyado por unos veinte muchachos que repetían, cada uno por su lado, ¡Déjenlo hablar! ¡Estamos en una democracia! De esta manera, con este respaldo, conseguían prolongar la intervención de Crespo. Pero en poco tiempo se hizo evidente que estos muchachos eran parte de un grupo organizado pues comenzaron a lanzar consignas a favor de la inmediata liberación de Guzmán.”Defendemos derechos del Dr. Abimael Guzmán Reynoso”. Presentaban a Guzmán como injustamente encarcelado por luchar a favor del pueblo. Y se definían así mismos como perseguidos por el odio de la reacción. La única manera de solucionar los problemas políticos derivados de la guerra popular es una amnistía que sería el fundamento de la reconciliación nacional.
Lo doloroso, y enigmático, es que muchachos tan jóvenes - sin experiencia directa de la insurrección que impulsó y condujo Guzmán asumiendo el terror como arma política fundamental- puedan pensar en Guzmán como una víctima a la se debe defender en nombre de la democracia y la reconciliación nacional. ¡Cuán profunda es la ignorancia de estos jóvenes! ¿Cómo explicar la ingenuidad latente en sus iracundas consignas? Y no se trata solo de un grupo pequeño en un acto puntual pues la presencia del Movadef entre los jóvenes se está multiplicando al punto que muchos opinan que es la organización política que agrupa más militantes en el Perú de hoy.
No hay arrepentimiento, menos la actitud humilde de pedir perdón por el enorme sufrimiento que causaron, lo que predomina es la arrogancia y la ira; la identificación con Guzmán, el suscribir –incondicionalmente- sus puntos de vista.
Arriesgo como hipótesis que en la socialización política de estos jóvenes la figura de Guzmán como una suerte de héroe “injustamente silenciado” es el hecho decisivo.
Dentro del panorama político actual marcado por la corrupción y el oportunismo; no es imposible presentar a Guzmán como el líder honrado y consecuente, como el germen de futuros cambios a favor del pueblo. Pero para que esta imagen sea posible es necesario que estos jóvenes sientan una gran necesidad de verdades absolutas, que estén a la búsqueda de un padre sabio y fuerte, y que proyecten esta imagen en Guzmán, por cuya liberación vale la pena entonces correr riesgos pues sigue siendo garantía de un mundo mejor.
Estos jóvenes que irrumpieron en la presentación eran de clase media. Probablemente, desorientados y a la deriva, han encontrado un catecismo que da sentido a sus vidas. Es probable que ocurra lo mismo en jóvenes del mundo popular. Es también muy posible que algunos, o muchos de ellos, tengan vinculaciones familiares con los senderistas de primera hora.
En todo caso, concluyo con la importancia que se debe dar a la enseñanza de la historia reciente del Perú. La única vacuna contra la demencia de estos jóvenes es la memoria. Y precisamente de eso trata mi libro “Profetas del Odio”; un intento de reconstruir como alguien desde una cómoda clandestinidad pudo mandar a matar y a morir con tanta sangre fría, sin la menor piedad, y cómo hubo jóvenes dispuestos a inmolarse o a protagonizar un carnaval de sangre y de crueldad contra el pueblo que pretendían representar. La figura de Guzmán es tanto más repudiable por cuanto nunca estuvo dispuesto a arriesgar su propia vida por las ideas que defendía.
Estuvo muy por debajo del endiosamiento que en torno a su persona propiciaba. Endiosamiento que continúa hasta nuestros días como ingrediente de un fanatismo político totalmente desfasado.
En realidad, a la luz de este incidente me siento orgulloso de haber escrito este libro pues muestra, en forma contundente, la responsabilidad de Guzmán en el baño de sangre que sufrió nuestro país.
Sin Guzmán, Sendero Luminoso no hubiera tenido importancia. Si uno piensa en la galería de líderes de la izquierda peruana de principios de los 80 no encuentra a nadie, salvo Guzmán, que fuera capaz de tomar la decisión de masacrar a la comunidad de Lucanamarca.
El Movadef ha colocado en you tube una selección de escenas de la presentación que puede consultarse en la siguiente dirección web:
http://movamnsitiayderfundamentales.blogspot.com/
Ahora sí, las palabras que no pude terminar de pronunciar.
Queridos amigos
Empiezo agradeciendo a Félix Reátegui, Rocío Silva y Rolando Ames por sus comentarios a mi libro, y su esfuerzo permanente por elucidar lo que hemos vivido en nuestro país. También agradezco al Fondo Editorial de la PUCP, a Patricia Arévalo, su directora por su apoyo a la publicación de este libro. También, en el plano editorial, a Pierre Emile Vandorne que coordinó los esfuerzos necesarios para que el texto pudiera marchar a la imprenta.
Pasando al proceso de investigación la primera deuda que tengo que reconocer es con Mariana Barreto Avila pues ella trabajó conmigo en todo el proceso de recoger información; me acompañó dos veces a Huamanga, tomó notas de las entrevistas que efectuaba y fue la interlocutora que permitió que se fueran sedimentando las primeras impresiones que fundan la argumentación de “Profetas del odio”. Sin su ayuda no hubiera podido llevar la investigación a buen término. De otro lado, Eleana Llosa realizó mucho más que el cuidado de la edición. Fue mi interlocutora en la parte final del trabajo. No sólo armó el aparato bibliográfico, revisó la redacción sino que fue conversando con ella que decidí un orden en los ensayos. Orden en parte sugerido por ella misma. Su consejo fue que no tuviera temor a la aparente arbitrariedad en la sucesión de los capítulos pues era mejor evitar lo lineal y predecible. Fui permeable a su buen criterio. Entonces, reitero mis agradecimientos a Mariana y Eleana.
El libro nace del impulso que significó para mí el semestre de investigación que obtuve en el año 2010. Me corresponde entonces reconocer la deuda que tengo con la Universidad por su apoyo a las iniciativas de los profesores. En especial al Vicerrectorado de investigación que también me ayudó con los fondos para contar con la asistencia de Mariana Barreto. Parte del semestre lo pasé en Madrid. Allí viví como si fuera un escritor profesional. Dedicado ,íntegramente, a la escritura. Acá debo mencionar y agradecer al profesor Jesús González Requena que me enseñó los principios que me permitieron descifrar el enigma que representan las imágenes.
Pero en este libro están presentes, de forma explícita, y, las más de las veces implícita, muchas de las lecturas que he ido realizando en los más de cincuenta años que llevo frecuentando libros. Y una dedicación tan larga y sostenida no podría explicarse si no fuera profesor universitario y, además, si no tuviera una comunidad de colegas y estudiantes con la cuál he ido intercambiando opiniones en un diálogo que continúa.
Cierto que la vida académica en el Perú no facilita el desarrollo de obras de largo aliento. Después de la tesis de doctorado vienen los ensayos. Ocurre que entre los 3 cursos que tenemos que dictar, y la comisiones en que participamos, ya no hay tiempo ni energía para pensar en formatos más orgánicos. Pero se puede sacar ventaja de esta situación. Mi camino ha sido escribir textos más sintéticos, y, con el tiempo, cada vez más personales y tentativos. Además, desde siempre, me sentí convocado por lo interdisciplinario. Esta libertad para ir errando entre conceptos de distintas disciplinas se la debo a la Sociología pues en la tradición de esta disciplina está el impulsarnos a la búsqueda de otras perspectivas. Entonces, así, leyendo una cosa, y también la otra, llegué a los llamados “estudios culturales”, a una estrategia de leer la realidad que enfatiza lo fecundo de cruzar las fronteras de los campos disciplinarios en la perspectiva de hacer visibles conexiones que suelen escaparse a la atención de quienes se concentran en un solo enfoque. Pero, claro, la estrategia de saber un poco de muchas cosas tiene sus riesgos, sobre todo la ligereza y la frivolidad, pero también tiene sus promesas como la de lograr panoramas más amplios y comprensivos.
En este proceso de ir definiendo un enfoque basado en los estudios culturales he contado con la inapreciable ayuda de Alberto Flores Galindo a cuya obra y amistad tanto debo. Pese al tiempo que ha transcurrido desde su partida, me acompaña en un diálogo que continúa. Y en el momento actual son muchos mis interlocutores. No puedo nombrarlos a todos. Pero al menos tengo que reconocer la importancia del diálogo con mis colegas del departamento de Ciencias Sociales; entre ellos Nelson Manrique. Y fuera de mi grupo inmediato debo mencionar los mutuos aprendizajes logrados con Víctor Vich, Juan Carlos Ubillúz, Carmen María Pinilla, Cecilia Esparza, Rafael Tapia y Elena Piazzón.
Sin el entorno y el soporte de mi familia nada me hubiera sido posible. Los muchos años compartidos de armonía y complementariedad son el vínculo o raíz que me nutre de la serenidad siempre amenazada por mi desmesura. Agradezco entonces a Patricia, Florencia, Rómulo y Paola, por su amor y compañía.
IIDespués de estos agradecimientos me gustaría referirme a la génesis de este libro. Como a todos los peruanos, también para mi, Sendero Luminoso representó un enigma. Un primer intento de acercarme a su comprensión fue mi libro Razones de sangre, aproximaciones a la violencia política. Publicado en 1998 se hizo acreedor al premio de investigación otorgado por nuestra universidad. Me costó mucho trabajo escribirlo. La investigación duró varios años y con frecuencia quedó paralizada por el desánimo de no poder intuir una arquitectura de conjunto. Finalmente, creo que fue un aporte.
Pero en el año 2009, cuando empecé nuevamente a investigar la insurrección de Sendero Luminoso habían muchas más fuentes disponibles y, además, el paso del tiempo hacía posible un acercamiento diferente, más sereno y objetivo; finalmente contaba con nuevos recursos conceptuales como para analizar imágenes y videos.
En todo caso el estímulo inmediato fue la aparición en you tube de la versión completa del video conocido como la danza de Zorba el griego. Es decir la grabación del último encuentro del comité central de Sendero Luminoso. Observándolo, una y otra vez, me di cuenta de la profunda idolatría que Guzmán despertaba entre sus seguidores. Y también de la actitud desdeñosa y poco comprometida con que el propio Guzmán devolvía los gestos de adoración de sus fanáticos partidarios. Definitivamente el hombre Guzmán no estaba a la altura del endiosamiento al que era elevado. Aún cuando esta situación respondía, en mucho, a sus permanentes exigencias. Otro estímulo importante fue la aparición de su autobiografía llamada “De puño y letra”. Pese al título se trata de un conjunto más bien insulso de textos jurídicos. No obstante como una suerte de prólogo Guzmán insertó unas notas verdaderamente autobiográficas que, leídas y vueltas a leer, resultaron muy significativas para elaborar las preguntas que guiarían la investigación.
Entonces el propósito inicial de aproximarme al hombre Guzmán fue ampliándose de manera que se trataba de comprender como su discurso alucinado había logrado capturar la imaginación de tanta gente. Para este propósito contaba con el monumental estudio de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y con el archivo de testimonios y entrevistas que me permitió acceder a los puntos de vista de los máximos dirigentes de la insurrección. En estas ideas y vueltas fui ratificando y elaborando una presunción que siempre me acompañó. Me refiero a la importancia del trasfondo religioso de la insurrección senderista. En este punto la concepción weberiana de la secularización resultó clave, como también lo fue el postulado de Castoriadis sobre el cambio en los universos mítico simbólicos que dan sentido y abrigan a la criatura humana. Ambos autores subrayan que el cambio en las creencias esconde continuidades más profundas de manera que tras la súbita hegemonía del marxismo en la Huamanga de los años 70, la ciudad más marcada por el catolicismo colonial, había que identificar la persistencia de antiguas tradiciones, como la creencia en una verdad definitiva, revelada por una autoridad en comunicación directa con la trascendencia.
Y, finalmente, una y otra vez acudió en mi ayuda la obra de José María Arguedas. Sus novelas y cuentos, a los que siempre he regresado en los últimos veinte años, me sirvieron como una fuente privilegiada para tratar de entender la subjetividad andina; en especial el significado de la evangelización colonial con su exaltación del sufrimiento y la obediencia. Y también para acercarme a la manera en que los pueblos andinos lograron resistir la imposición colonial.
IIIPero más allá de la historia del libro, me gustaría compartir con Uds. la apasionante experiencia que significa investigar en el sentido más arcaico y fundamental de la palabra. En latín investigare significa ir en búsqueda de una pista o huella, de un vestigium que es el término que nombra la huella en tanto tiene un origen desconocido. Es decir, la idea original es que solo hay un resto y tenemos que reconstruir el todo al cual pertenece. Se trata de encontrar algo que uno no sabe qué cosa es hasta que, terminada la investigación, logramos explicar mediante un argumento el significado de esos restos que nos interrogaban.
La investigación básica es pues la exploración de lo desconocido, el seguir la pista de leves presentimientos, tomar decisiones basadas en la intuición, aceptar sumirse en un estado de confusión donde muchas cosas pueden ser para, desde allí, desechar y esclarecer. Es decir, se trata de todo lo opuesto a la manera en que el positivismo imagina, o reifica, la investigación básica. Para empezar no existe algo así como un marco teórico ya dado pues este se va ensamblando en la propia investigación de acuerdo a las exigencias que nuestras incertidumbres plantean y en base a los conceptos que aparecen como más sugerentes para superar esas incertidumbres. Tampoco hay hipótesis pues tan solo tenemos sospechas o presunciones que se desmienten o se enriquecen. De la misma manera no existe un método fijo o un orden pre establecido sino que estos van apareciendo conforme avanza el proceso de investigación.
Seguir la pista significa aceptar lo confuso de la realidad, estar dispuesto a vivir en la interrogación y la incertidumbre, luchar para que las hipótesis que vamos elaborando correspondan a la realidad que tratamos de explicar. Y comprender que por más que nos afanemos nuestro esfuerzo está destinado a ser parcial e incompleto pues, pese a que las interrogantes sigan proliferando, en algún momento tenemos que poner punto final a nuestro trabajo. Investigar es pues una aventura, adentrarse en el laberinto, sin garantías, ni certidumbres definitivas. Una pasión que se sufre pero que encuentra grandes recompensas en los momentos del “Ajá”, del asombro que nos produce esa realidad que logramos descubrir, esa frase que condensa multitud de hallazgos.
Sería muy lamentable que en nombre de la predicibilidad y el control, este tipo de investigación sea desechado a favor del positivismo y su reificación del proceso de investigar. No quiero que producir un mal entendido pues no desecho la metodología positivista. Si queremos, por ejemplo, explicar el rendimiento escolar en términos de comprensión de lectura o capacidad para realizar operaciones matemáticas, es enteramente válido diseñar un protocolo de investigación que trate de relacionar estas habilidades con factores como la configuración familiar, el nivel de nutrición, el lenguaje materno, etc. Lo más probable es que nuestros prejuicios o hipótesis se comprueben. Pero este es el punto cuando la investigación básica tiene que tomar la posta.
Examinar, por ejemplo, la dinámica de las configuraciones familiares que están detrás de los altos y bajos rendimientos. Creo que la universidad es el espacio que debe fomentar este tipo de investigación a la cual se afilia mi libro.Termino con una frase de Albert Einstein “Si supiese qué es lo que estoy haciendo, no le llamaría investigación, ¿verdad?