viernes 29 de octubre de 2010
Escrito por Martín Tanaka
Fuente: Virtú e Fortuna

Obviamente, una manera de responder estas preguntas nos lleva a un terreno de preferencias y valores, al que no me meteré. Lo que haré es plantear algunas ideas sobre cuál es la lógica que lleva a las izquierdas a unirse o no en términos generales, y explorar qué implicancias y dilemas se presentan para nuestro caso.
El mundo de la izquierda es tremendamente diverso: hay tradiciones leninistas, trotskistas, estalinistas, maoístas, gramscianas, socialdemócratas, castristas, por mencionar algunas de las principales, a las que habría que añadir otras de origen nacional, que encuentran inspiración en el pensamiento de José Carlos Mariátegui u otros. Todas estas corrientes son parte de lo que podríamos llamar una tradición político-intelectual de izquierda "clásica", asociada a proyectos comunistas y socialistas. A esto habría que añadir variantes cercanas, aunque diferentes, que también han sido parte de proyectos colectivos de izquierda, como corrientes populistas o nacionalistas, como el velasquismo, por ejemplo. Cada corriente tiene una ideología que marca claramente diferencias, establece líneas de pureza revolucionaria y bastardía, de allí que este mundo tienda a ser dogmático, intolerante, y que tiendan a darse descalificaciones, excomuniones, divisiones.
Si las cosas son así, ¿cómo es que las izquierdas se unen, históricamente? En general, diría que el principal incentivo para la unidad es la posibilidad de un éxito electoral no alcanzable por separado, y la consiguiente llegada al poder político. Lo ideal para la izquierda es el éxito electoral con una plataforma revolucionaria: lo más cercano a ello lo veríamos en Bolivia con Morales, y antes, con Allende y la Unidad Popular en Chile. Si no se puede, lo segundo mejor sería el éxito electoral siguiendo caudillos populistas, como lo que se ve en la Venezuela de Chávez o en Ecuador con Correa. O como ocurre con sectores de izquierda que viven bajo el alero del peronismo en Argentina. El otro camino es el del éxito electoral con una plataforma reformista, que justifica asumir los costos de entrar al juego democrático, que exige tolerancia, pluralismo, apertura, convocatorias amplias, negociación con otros grupos, pragmatismo, programas políticos más de centro, menos puristas y revolucionarios y más definidos en función de la atención a problemas concretos. Este sería el caso de las izquierdas en Chile, Uruguay o Brasil, de corte socialdemócrata.
En el Perú de la década de los años ochenta, la izquierda se unió en torno al éxito electoral de un líder moderado para el contexto de la época, Alfonso Barrantes. La experiencia de finales de los años setenta e inicios de los ochenta fue muy aleccionadora: en la elección de Asamblea Constituyente de 1978 la suma de los votos obtenidos por las cinco listas de izquierda llegó al 29.4%, pero la lista más votada, la del FOCEP, obtuvo el 12.3%; separados eran débiles, unidos hacían a la izquierda la segunda fuerza política del país, con posibilidades de triunfo en 1980. Sin embargo, en la elección presidencial de abril de ese año no hubo unidad, primaron criterios particularistas, se frustró el proyecto ARI, y la suma de los votos de los cinco candidatos de izquierda alcanzó sólo el 14.4%, donde el candidato más votado, Hugo Blanco, obtuvo apenas el 3.9% de los votos. Una vez creada Izquierda Unida, en noviembre de 1980 la IU obtuvo el 23.3% de los votos en las elecciones municipales provinciales, y en noviembre de 1983 el 29%, lo que incluyó la elección de Barrantes como alcalde de Lima. Así se consolidó el mito de la unidad, por el cual "la izquierda unida jamás será vencida".

En 2006 la izquierda intentó resucitar, alentada por la caída del fujimorismo y cierta acumulación de fuerzas durante los gobiernos de Paniagua y Toledo. Sin embargo, diferencias en la evaluación del legado que dejaron estos gobiernos, la persistencia de diferencias ideólógicas del pasado y cierta ilusión de que el "giro a la izquierda" que se producía en la región también se diera aquí y que podría ser capitalizado, para lo cual era importante "perfilarse" mejor, llevó a optar por seguir caminos separados. Los tres candidatos (Villarán, Diez Canseco y Moreno) obtuvieron juntos apenas el 1.38%. ¿Nuevamente la lección fue que la unidad era el camino? Podría haber sido, pero no fue, porque en 2006 Ollanta Humala obtuvo el 30.6% en primera vuelta y 47.37% en la segunda vuelta.

En este marco, para las elecciones del 3 de octubre pasado los distintos grupos de izquierda tuvieron estrategias diferentes entre sí, y diferentes a su interior según las regiones. En Lima el sector socialdemócrata de la izquierda, FS, planeó inicialmente consolidar una mínima presencia propia (la figura de Villarán en particular), que hiciera viable su candidatura presidencial, y así poder superar la valla electoral, no perder la inscripción ante el JNE y lograr una modesta representación parlamentaria el próximo año, para plantearse después metas más ambiciosas. La alianza con Tierra y Libertad, Lima para Todos y MNI fue un acuerdo puntual, no necesariamente un compromiso de construir una relación de largo plazo.


Acá el dilema estaría en optar por una figura como la de Hernando Guerra, aparentemente con algún potencial electoral, pero que no haría creíble el mensaje de que FS encarna "una nueva forma de hacer política" (parecería una movida muy oportunista y puramente electoral, además Guerra tiene un largo y sinuoso pasado político) u otras como las de los expresidentes regionales de Cajamarca o Junín (Jesús Coronel o Vladimiro Huároc), que si bien pueden encarnar mejor un discurso descentralista y renovador, tendrían que demostrar que son viables electoralmente a nivel nacional más allá de sus bases regionales. Algo similar podría decirse de Marco Arana (Tierra y Libertad, que aparentemente tampoco se entusiasman con ponerse bajo el cobijo del humalismo), figura que surge de Cajamarca asociada a temas ambientales, que no parece haber salido de ese "nicho" político). En medio de estos riesgos y dilemas, ¿qué decisión tomará FS? ¿Hará una apuesta electoral no principista, poniendo en riesgo su credibilidad, u optará por una apuesta descentralista exponiéndose a perder su esforzada inscripción? Veremos...
VER TAMBIÉN:
Entre asedios, dudas y expectativas
Romeo Grompone
http://www.revistaideele.com/idl/node/749
Debate entre los candidatos a la Alcaldía de Lima-1983
http://peru30.wordpress.com/2010/08/26/debate-entre-los-candidatos-a-la-alcaldia-de-lima-1983/
Zurdas y restas
http://www.revistaideele.com/idl/node/748
Sobre estos temas algo he escrito antes; ver:
“La crisis de representatividad en los países andinos y el ‘viraje a la izquierda’: ¿hacia una renovación de la representación política? En: Arturo Fontaine, Cristián Larroulet, Jorge Navarrete, Ignacio Walker, eds.: Reforma de los partidos políticos en Chile. Santiago, PNUD, 2008 (p. 273-293).
“The Left in Peru: Plenty of Wagons and No Locomotion”. En: Jorge Castañeda y Marco Morales, eds., Leftovers. Tales of the Latin American Left. New York, Rouledge, 2008 (p. 193-212).
“El agotamiento del modelo neoliberal y el resurgimiento de la izquierda en los países andinos”. En: Pérez Herrero, Pedro, ed.: La “izquierda” en América Latina. Madrid, ed. Pablo Iglesias, 2006 (p. 253-272).
“Révolutionaires, réformistes ou ´hommes politiques traditionneles´? Montée en puissance et effondrement de la gauche au Pérou”. En: Problèmes D´Amerique Latine, 55, Hiver 2004-2005. Paris (p. 65-87).