jueves, 10 de marzo de 2011


La democracia no llega sola

Fuente LA REPÚBLICA

Por Jorge Bruce

El eslogan de campaña “Con Toledo, al Perú no lo para nadie” tiene varias lecturas. La más obvia, la de la intención propagandística consciente, digamos, es que con ese candidato en la presidencia nadie puede detener al país. Una segunda lectura, sin embargo, podría ser que, de ser reelegido dicho aspirante, sería imposible levantar a la P de patria. Esta ya pertenece a otro registro, el cual no deja de tener una connotación sexual, que los numerosos enemigos del que encabeza las encuestas no parecen haber advertido. Porque de lo contrario ya se habrían aprovechado de ese lapsus, dada la calidad de los ataques que están proliferando en una campaña cada día más enrarecida.

No pretendo proporcionarles municiones, que para eso están los variados jota jotas estrafalarios e inescrupulosos que pululan por ahí, con o sin contrato de por medio. Lo que sí busco es interpretar ese mensaje inconsciente, pero haciéndolo extensivo a todos los participantes en la contienda. Con ese nivel de política, al Perú, en efecto, no lo paran ni con Viagra.

Puede que varios de los involucrados preferirían otro tipo de competencia, menos canallesca, pero el hecho es que nadie parece haber encontrado la fórmula para centrar el reclamado debate de propuestas. Al punto que ese pedido está sonando tan ilusorio como el del Papa solicitando actos de contrición a los curas pedófilos. Una y otra vez la agresividad, no la de la firmeza y energía sino aquella de los golpes bajos y ruines como la homofobia de Castañeda, prevalece y marca el tono de los intercambios. Como en los noticieros matinales por televisión, diera la impresión que el rating se asegura a punta de asesinatos, atropellos y violaciones.

Es indudable que esto se debe en parte al tipo de personajes que abundan en un escenario que elimina a quienes juegan limpio.

Güido Lombardi es un ejemplo de esto último. Pero también es probable que en la política se reproduzcan imaginarios arraigados en nuestra convivencia social. Así, en esta lucha por el poder, reaparece la ley del más fuerte, que en nuestro país se confunde con la del más pendejo. Solo de esa manera se explica que, en una reciente encuesta, una de las preguntas fuera quién es el más mongo de los candidatos. Es una variable difícil de encontrar en otras sociedades, que no asignan tanto valor a esos rasgos darwinistas de personalidad.

Es relevante, por cierto, que quien pretenda gobernarnos posea experiencia de vida y sea capaz de manejar situaciones complicadas sin perder la calma. Eso que Lourdes Flores demostró no tener en el recordado potoaudio. Pero la pendejada es otra cosa. Alude a la capacidad de aprovecharse del otro y engañarlo o traicionarlo (léase sodomizarlo). Fujimori hizo de esa característica un emblema que muchos admiraban. Alan García es otro exponente de esa habilidad criolla, la del que no es cojudo (léase castrado), a quien, según dijo en Willax tv, un centavo le importa un carajo. Claro, si la plata llega sola...

Nos toca, entonces, parar a los políticos y obligarlos a enfocarse en lo que de veras importa. Como han comprendido tunecinos, yemenitas y egipcios, la democracia no llega sola.

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