jueves, 18 de marzo de 2010


HUMALA Y LOS INTELECTUALES

01 de febrero de 2010
Escrito por: Jose Alejandro Godoy
Desde el Tercer Piso

Hace un par de semanas, un grupo de intelectuales y profesionales suscribió un comunicado de adhesión a la candidatura de Ollanta Humala. El denominado Manifiesto por la Gran Transformación del Perú no solo constituye un apoyo, sino también un cierto marco de parámetros para el mismo. De allí que sea importante analizar varias aristas del mismo.

LOS SUSCRIPTORES

La mayor parte de nombres de suscriptores no llaman la atención. Algunos de ellos estuvieron ya en la campaña anterior dentro de los cuadros de apoyo - Edmundo Murrugarra, Carlos Tapia, Isabel Coral, Félix Jiménez - y otros no han ocultado sus simpatías por el candidato en sus columnas periodísticas - Raúl Wiener, Alberto Adrianzén, Sinesio López, Manuel Dammert -. Se trata, en su mayoría, de un bloque bastante crítico con el gobierno actual y con el “modelo económico”.

El único nombre que me ha llamado la atención es el del ex procurador Omar Chehade. El abogado, quien intentó atribuirse todos los méritos de la extradición de Fujimori - cuando su rol fue significativamente menor - pasó de convertirse en defensor de causas justas para patrocinar a Genaro Delgado Parker en sus últimos intentos por quedarse como administrador de Panamericana Televisión y al propio Humala en el caso Madre Mía, por violaciones de derechos humanos. Que el abogado personal de Humala pase a ser suscriptor de este comunicado denota que el humalismo adolece de algunos de los defectos del fujimorismo, donde los abogados son algo más que los defensores legales del hoy reo de Barbadillo.

DE PANIAGUA Y TOLEDO A HUMALA

Un hecho que ha llamado la atención es que algunos de los suscriptores del comunicado han participado en los gobiernos de Valentín Paniagua (Adrianzén) y Alejandro Toledo (Nicolás Lynch, Roger Rumrill, Jiménez, López). Esto no encaja, como lo señaló erroneamente El Comercio, como un caso de transfuguismo. Las personas antes mencionadas se desempeñaron en dichos gobiernos a título estrictamente personal, sin inscribirse en Acción Popular o Perú Posible y, en la mayor parte de casos, con buen desempeño.

Sin embargo, llama la atención que varios de los suscriptores cuestionen algunas de las matrices económicas que fueron aplicadas cuando ellos estuvieron como funcionarios de estos gobierno. O que se hable de una agenda de transición que debía ser radical también en lo económico. Martin Tanaka ha analizado este punto con detalle:
Paniagua planteó, correctamente metas modestas: llevar a cabo una transición exitosa, y sentar algunas bases para diversas reformas institucionales. Fácil de decir, difícil de hacer, considerando que no tenía fuerza propia. Y Toledo nunca se planteó ni cambiar radicalmente el modelo económico, ni refundar el orden político. En todo caso, el manejo económico empezó a mostrar más flexibilidad y apertura, como apunta Jiménez, y en lo político se planteó una reforma integral a la Constitución de 1993 (sin alterar nada de manera dramática), en medio de un gran consenso inicial, pero que quedó trunco por el debilitamiento de su gobierno. Hizo también importantes reformas políticas, la más destacada la constitución de gobiernos regionales con presidentes electos. En ese marco, muchos de los “Ciudadanos por el cambio” hicieron contribuciones valiosas, que ahora desmerecen un tanto al resaltar el carácter trunco, la frustración o la traición del “programa de la transición”.

No me parece que se pueda acusar a Toledo de “traicionar” un programa radical, que nunca fue suyo (el gobierno de Toledo tuvo muchas limitaciones y podría ser calificado de decepcionante, pero por otras razones; básicamente, porque pudiendo hacer más hizo menos). Esto solo es posible mediante la construcción, un tanto artificiosa, de un “programa de la transición”, respaldada por una “mayoría política” que me parece solo existió como proyecto en la cabeza de algunos, pero no en la realidad ni en las intenciones de Paniagua o Toledo. Como decía, más bien me parece que los “Ciudadanos por el cambio” se han radicalizado durante el actual gobierno de García, de modo que lo que antes les parecía bien, o aceptable, ahora parece malo, y se identifican ahora con posturas que proponen romper con la continuidad económica y política. Resulta curioso registrar que Lynch, Adrianzén y López fueron del grupo más centrista dentro de la izquierda durante el primer gobierno de García (el grupo “Zorro”, que siguió a Barrantes -junto a Dammert, Murrugarra, Tapia-, que buscó alguna forma de entendimiento con el APRA y un Acuerdo nacional), mientras que ahora en su segundo gobierno se han radicalizado. A diferencia de Raúl Wiener (”Libio”, o “antizorro” en el pasado), quien estuvo en posiciones radicales tanto en el pasado como ahora.
De hecho, mucho del buen funcionamiento macroeconómico en esta década se debió a que los gobiernos de Paniagua y Toledo, sin salirse de los marcos generales, fueron más flexibles para el manejo de algunos instrumentos de política, sobre todo en el plano monetario y fiscal. Lo mismo ha ocurrido con el gobierno de García. Lo que sí diferencia a ambos periodos es que en la primera parte de la década, Paniagua y Toledo tenían la vocación de, por lo menos en el discurso y en algunas cuestiones puntuales, impulsar algunas reformas institucionales, cuestión que se fue debilitando conforme avanzó el gobierno de Perú Posible. Con AGP, dicha agenda, simple y llanamente, no existe.

Pero el traspase a Humala es bastante controvertido. De un lado, y como lo han comentado varios analistas (ver Vergara y Dargent), las credenciales democráticas de Humala estarían aún en cuestionamiento. Pero de otro, los suscriptores del documento parecen haber firmado el manifiesto olvidando la performance actual de Humala. Comenta Santiago Pedraglio:
Por otro lado, resulta difícil entender por qué Humala representa para ellos “los ideales de la transformación que nuestra patria requiere y la unidad de las fuerzas que anhelan construir la democracia y la nación peruanas”. ¿Qué méritos le encuentran a quien en cinco años de gestión opositora ha tenido un balance deficitario? Del manifiesto no se desprenden las razones. Las deserciones, las divisiones y una escasa iniciativa política para sostener y responder al 48% de peruanos que votaron por Humala en el 2006 se ignoran en el documento.
Y a ello se suma algo que muchos nos hemos percatado. En el documento no se menciona para nada al Partido Nacionalista Peruano, al que los suscriptores no han señalado su incorporación. Ello implica, de un lado, una adhesión a un proyecto caudillista, como los que los firmantes del manifiesto han criticado tanto en columnas periodísticas como en libros. Del otro, suena a que este apoyo es a Humala, con condiciones de negociación, lo que precariza aún más a su organización. (¿O será que el partido se convirtió sólo en un instrumento?).

EL PROGRAMA

El texto del Manifiesto se concentra en algunas cuestiones claras: crítica al “modelo económico neoliberal”, cambio de Constitución a través de una Asamblea Constituyente, afianzamiento de la descentralización y revisión de tratados de libre comercio “que se opongan al ejercicio de nuestra voluntad soberana”. Solo me concentraré en los 2 primeros puntos.

Durante muchos años he escuchado críticas al “modelo”, algunas más lúcidas que otras. Pero, independientemente de las reformas o ajustes que se podrían hacer, lo cierto es que entre los críticos más feroces no se tiene claro cual es el reemplazo ni como llevarlo a cabo. Este caso no es la excepción. Los firmantes del Manifiesto señalan que debe irse hacia un “un modelo de desarrollo que respetando nuestra diversidad étnica, cultural y ecológica, promueva el mercado nacional, recupere el control nacional de los recursos naturales, promueva una nueva industrialización y termine con la segmentación productiva y la discriminación económica”. El enunciado es tan genérico que incluso lo podría suscribir el PPC, con matices, pero no responde sobre como se haría esto y que implicaría en términos de intervención del Estado en la economía y como se mantendría esta propuesta dentro de los parámetros de mercado, como lo señalan en su documento.

En cuanto a la nueva Constitución, soy de los que no me gusta que el documento de 1993 sea el que nos rija, tanto por razones de principio (fue emanado del CCD fujimorista), como por cuestiones de diseño constitucional. Sin embargo, hay que señalar que varias de las clavijas autoritarias ya fueron sacadas del texto y que podría haber un debate sobre la reforma constitucional en varios puntos. Quizás habría que recordarle más a este gobierno que fue uno de los suyos, Jorge del Castillo, quien encabezó un grupo de reforma del capítulo económico en el Congreso pasado, en el que se combinaba lo mejor de la socialdemocracia y del liberalismo. Lo que no me termina de convencer, además, es la vocación adánica que se tiene acerca del cambio constitucional, en relación con la transformación de las estructuras políticas y sociales del país.

EL DILEMA DE LA IZQUIERDA

Para muchos “pragmáticos” dentro de la izquierda (léase, los grupos más radicales), el camino sería el de ir con Humala, dado que es el único en ese lado del espectro que tiene opciones reales de ganar. Allí me haría dos preguntas: ¿el nacionalismo de Humala es de izquierda? y ¿creen que podrán controlar un barco que les es ajeno y en el que también conviven congresistas y frentes regionales, cada uno con su propia agenda?

Para otros, está el esfuerzo de un nicho propio. Está Tierra y Libertad de Marco Arana, en el que, más allá del liderazgo del sacerdote suspendido, no conocemos mucho, salvo que está el economista Pedro Francke como uno de sus miembros. El otro caso es Fuerza Social, con tres presidentes regionales que van a la reelección, cuadros técnicos y la figura de Susana Villarán en Lima, pero con severos problemas para poder construir un partido que genere empatía en un sistema político desestructurado y en asumirse como lo que realmente es: un partido de centro o cercano a la socialdemocracia. Tal como van las cosas, ninguno de estos esfuerzos logrará muchos éxitos en las elecciones, pero deberían apuntar al largo plazo para ser una alternativa.

En el escenario actual, esto hará que muchos que se consideren “de izquierda” y/o lejanos de Keiko Fujimori, terminen votando por un candidato de centro. De hecho, nuestro país vota más por reformas que por grandes “transformaciones”. He allí una explicación menos conspirativa sobre porque Ollanta Humala perdió en el 2006 y sobre las limitaciones que tiene para esta elección.

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