viernes, 19 de marzo de 2010


Manifiesto ¡Por la gran transformación del Perú!


martes 26 de enero de 2010
Por Martin Tanaka
Virtú e Fortuna

El 17 de enero pasado, salió publicado en el diario La República el manifiesto ¡Por la gran transformación del Perú! El 20 de enero se realizó una conferencia de prensa, con la presencia de Ollanta Humala.
Este manifiesto suscita muchos temas de discusión. Uno de ellos es el de la relación entre intelectuales y política, que interesa mucho a este blog. Sobre esto, algunas reflexiones.

Creo que debemos partir por reconocer que el mundo de la academia y el de la política son esencialmente diferentes, aunque se trate de académicos interesados en temas políticos, o de políticos dados a la reflexión académica. En la academia debemos ser humildes, lo más "objetivos" que podamos, reconocer que nuestro conocimiento es siempre provisional, sometible a críticas, hay que estar siempre abierto a reformulaciones, correcciones, actualizaciones, según se presente más evidencia, aparezcan nuevas metodologías, enfoques teóricos, etc. Por el contrario, los políticos deben moverse transmitiendo certeza, pasión, deben convencernos de que ellos tienen la razón y son los demás los que están equivocados. Un académico no suele ser buen político porque suele ser demasiado alambicado y atento a los matices, no suele transmitir bien convicciones partidistas; el político no suele ser buen académico porque suele acomodar la evidencia según su conveniencia, de modo de justificar sus posiciones. Al mismo tiempo, un académico o intelectual es más principista, mientras que los políticos son más pragmáticos. Los primeros no se mueven bien en el mundo de las inevitables transacciones políticas, los segundos a veces se olvidan de lo que verdaderamente importa en su búsqueda del poder. La excepción a esto se da en aquellos contextos en los que están en juego valores esenciales, en los que los académicos e intelectuales sí pueden actuar de manera apasionada en torno a un programa claro, y la acción de los políticos se justifica en nombre de los valores supremos que defienden; por ejemplo, cuando se combate a gobiernos autoritarios.

Ahora bien, el que sea difícil para un académico o intelectual hacer política no significa que no pueda o deba hacerla, en tanto es un ciudadano como cualquier otro. Es más, en un país como el Perú, con un nocivo discurso antipolítico tan fuerte, es bueno que los ciudadanos asuman compromisos políticos. El asunto es saber que se trata de un paso muy problemático, tanto para ser eficaz en lo político como riguroso en lo académico; y si es que esa incursión en la política se hace debilitando la construcción de un sistema político, o fortaleciéndola. Es claro que conductas oportunistas debilitan organizaciones; mientras que conductas principistas y la lealtad política las fortalecen. Apoyar esfuerzos serios de construcción de propuestas es bueno; apoyar liderazgos personalistas sería malo.

A la luz de estas consideraciones, ¿qué decir de los "Ciudadanos por el cambio"? Algunos ven en el apoyo a Humala una suerte de inconsecuencia con valores de izquierda y democráticos:
Si bien simpatizo con este punto de vista, reconozco que se trata de un tema opinable. Depende de cómo se entiende lo central en una propuesta de izquierda, y de cuánta confianza despierta el liderazgo de Humala. Para unos, juzgando por sus antecedentes, Humala no sería ni de izquierda ni democrático, para otros sería la izquierda "realmente existente" y habría que creer en diversas declaraciones en las que se muestra contrario a la reelección y respetuoso del pluralismo político. Recientemente, además, la Corte Suprema desistió de acusar a Humala por violaciones a los DD.HH.

Hay otro ángulo, que es el resaltado en el video de Frecuencia Latina y la nota de El Comercio de arriba: es el cuestionamiento a que personajes que tuvieron diversas responsabilidades en los gobiernos de Toledo y Paniagua apoyen ahora a Humala, no a AP ni a PP, lo que sería una forma de "transfuguismo". Mi opinión es que no necesariamente. Como han señalado los "Ciudadanos por el cambio", ellos siempre se definieron como izquierdistas independientes, y no asumieron militancia, como Henry Pease, por ejemplo, quien sí se integró a Perú Posible (y allí sigue). Digamos que ni a Victor Andrés García Belaunde ni a Alejandro Toledo debe haberles sorprendido la lectura del comunicado.

¿No hay problema, entonces? Sí creo que hay un problema, poco discutido, y que tiene que ver, nuevamente, con la relación entre intelectuales y política. Lo que a mí me resulta difícil de entender es cómo quienes participaron en los gobiernos de Paniagua y Toledo (y lo hicieron muy bien, es importante destacarlo), ahora digan que apoyan a Huamala porque cuestionan la continuidad del modelo neoliberal y de un orden político excluyente. Esto nos lleva a una discusión sobre el carácter de los gobiernos de Paniagua y Toledo, sus limitaciones, y el tipo de cambios que sería necesario impulsar en el Perú desde el 2010-2011. Seguiré sobre el tema.
 
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jueves 28 de enero de 2010

Manifiesto ¡Por la gran transformación del Perú! (2)
Por Martin Tanaka 

¿Cómo entender que quienes tuvieron una importante y positiva participación en los gobiernos de Paniagua y Toledo ahora digan que están en contra de la continuidad neoliberal en lo económico y de un modelo excluyente en lo político, y que es por eso que apoyan hoy a Humala?

Me parece que la única manera de hacerlo coherente es que se pueda sostener un argumento como este: "siempre estuve en contra del neoliberalismo y de la exclusión política, apoyé a Paniagua / Toledo en nombre de eso, pero ellos traicionaron esas banderas, que ahora levanta Humala".

Veamos este razonamiento con más detenimiento. En su libro La transición inconclusa, Adrianzén habla de una transición frustrada por culpa de Toledo; con Paniagua habríamos vivido la posibilidad de una "refundación republicana", un pacto antifujimorista, antiautoritario, que expresara la "nueva mayoría política" forjada en el combate al fujimorismo; mientras que con Toledo habríamos tenido la continuidad tanto del modelo económico como de viejas prácticas políticas (p. 187-189). En su libro El argumento democrático sobre América Latina, Lynch dice que Toledo encarnó la posibilidad de hacer las grandes reformas que Paniagua no estuvo en condiciones de hacer, pero que fue abandonando progresivamente ese camino: partiendo por el gabinete de Roberto Dañino, "que ensaya una transición entendida como transacción", hasta el de Kuczynski, "que significa la vuelta al gobierno de los ricos sin mayores intermediarios" (p. 128-129).
Otra argumentación interesante es la del economista Félix Jiménez. Según éste, con Toledo sí se habría roto con el modelo neoliberal; las limitaciones estarían por las continuidades en lo político, expresadas emblemáticamente, en eso coincide con Lynch, en la presencia de Kuczynski como Presidente del Consejo de Ministros (agosto 2005 - julio 2006). Ver por ejemplo:

28/12/05: Perú: ¿el fin de la hegemonía neoliberal? (I)

"El patrón de crecimiento actual, lo hemos dicho, es distinto al neoliberal porque está creando mercados internos; está incorporando al mercado a la población pobre y provinciana del país; está avanzando hacia adentro sin cerrarse al mundo y sin crear déficit externos ni presiones inflacionarias; ya no es adicta al dólar; y, su financiamiento no depende de los flujos de capitales extranjeros. Pero, debido al corto período de crecimiento (52 meses) no han aumentado significativamente los puestos de trabajo ni ha mejorado la calidad del empleo; tampoco han aumentado los ingresos. La calidad de vida de la mayoría de la población no ha mejorado, el sistema educativo está en crisis...".

29/12/05: Perú: ¿el fin de la hegemonía neoliberal? (final)

"Pero para que no se trunque esta nueva oportunidad de desarrollo nacional integrador, hay que culminar la transición política hacia la democracia, practicando la decencia y combatiendo la indecencia. La transición política a la democracia se pervirtió durante el gobierno de Toledo. Este alimentó la práctica del cinismo como forma de negación de su fujimorismo en todos aquellos que apoyaron al dictador o actuaron como sus cómplices. El país necesitaba de una cura moral, de la práctica de la decencia como el "supremo valor moral en toda clase de relación –personal, social, política y profesional". Sin embargo, nada de esto ocurrió, pues en el propio seno del gobierno de Toledo se ubicaron aquellos que colaboraron con el sátrapa, que practicaron la hipocresía o afectaron sin pudor los intereses nacionales. El típico operador del fujimorismo económico y político es el primer ministro actual".

Como puede verse, en estos tres casos el diagnóstico de "la transición" y sus potencialidades justifica la participación en los gobiernos de Paniagua o Toledo, y la evaluación de sus limitaciones, achacadas a la evolución ulterior del gobierno de Toledo, justifica el alejamiento de este y el actual apoyo a Humala. Recordemos que Adrianzén fue asesor de Paniagua, Lynch fue Ministro de Educación de Toledo (julio 2001-julio 2002) y luego asesor del presidente (aparentemente hasta octubre del mismo año); Jiménez ocupó diversos cargos durante el gobierno de Toledo, en el viceministerio de hacienda, el MEF, y el Banco de la Nación hasta 2005. Sinesio López fue director de la Biblioteca Nacional hasta el final del gobierno de Toledo, y es más, en algún momento pareció que continuaría en el cargo durante García, antes del nombramiento de Hugo Neira. Es importante mencionar que todos tuvieron actuaciones destacadas. Sobre este tema ver "Liderazgos en transición. Trayectorias de liderazgo político en el Perú", de Carlos Vargas.

La pregunta, habiendo llegado a este punto es, ¿no suena ingenuo el haber pensado que Toledo haría el tipo de cambios que ahora plantea Ollanta Humala? ¿No suena exagerado criticarlo por no haber hecho "la gran transformación" del Perú? En realidad, más razonable es pensar que ni Paniagua ni Toledo tenían metas "fundacionales", al menos no en el sentido en que las plantea Humala, y más bien los "Ciudadanos por el cambio" critican ahora la transición (cuando antes la apoyaron) porque se han radicalizado en los últimos años, y esa radicalización los ha acercado a Humala.

Paniagua planteó, correctamente metas modestas: llevar a cabo una transición exitosa, y sentar algunas bases para diversas reformas institucionales. Fácil de decir, difícil de hacer, considerando que no tenía fuerza propia. Y Toledo nunca se planteó ni cambiar radicalmente el modelo económico, ni refundar el orden político. En todo caso, el manejo económico empezó a mostrar más flexibilidad y apertura, como apunta Jiménez, y en lo político se planteó una reforma integral a la Constitución de 1993 (sin alterar nada de manera dramática), en medio de un gran consenso inicial, pero que quedó trunco por el debilitamiento de su gobierno. Hizo también importantes reformas políticas, la más destacada la constitución de gobiernos regionales con presidentes electos. En ese marco, muchos de los "Ciudadanos por el cambio" hicieron contribuciones valiosas, que ahora desmerecen un tanto al resaltar el carácter trunco, la frustración o la traición del "programa de la transición".

No me parece que se pueda acusar a Toledo de "traicionar" un programa radical, que nunca fue suyo (el gobierno de Toledo tuvo muchas limitaciones y podría ser calificado de decepcionante, pero por otras razones; básicamente, porque pudiendo hacer más hizo menos). Esto solo es posible mediante la construcción, un tanto artificiosa, de un "programa de la transición", respaldada por una "mayoría política" que me parece solo existió como proyecto en la cabeza de algunos, pero no en la realidad ni en las intenciones de Paniagua o Toledo. Como decía, más bien me parece que los "Ciudadanos por el cambio" se han radicalizado durante el actual gobierno de García, de modo que lo que antes les parecía bien, o aceptable, ahora parece malo, y se identifican ahora con posturas que proponen romper con la continuidad económica y política. Resulta curioso registrar que Lynch, Adrianzén y López fueron del grupo más centrista dentro de la izquierda durante el primer gobierno de García (el grupo "Zorro", que siguió a Barrantes -junto a Dammert, Murrugarra, Tapia-, que buscó alguna forma de entendimiento con el APRA y un Acuerdo nacional), mientras que ahora en su segundo gobierno se han radicalizado. A diferencia de Raúl Wiener ("Libio", o "antizorro" en el pasado), quien estuvo en posiciones radicales tanto en el pasado como ahora.

El problema es que las dudas y cuestionamientos que dejan estos cambios difíciles de entender generan una impresión que es muy extendida actualmente en los círculos políticos: en la gente de izquierda no se puede confiar. Según esta visión, los izquierdistas militan en pequeños grupos informales, a falta de partidos capaces de concitar un mínimo respaldo; según las coyunturas, ingresan y tratan de controlar e imponer sus agendas a liderazgos y grupos con respaldo electoral y con influencia política; pero los abandonan cuando se debilitan, y buscan nuevos grupos. Tendríamos así diversos grupos que armaron partidos sin éxito, y que por ello se colgaron del liderazgo de Barrantes en la década de los años ochenta, luego estuvieron en UPP con Pérez de Cuéllar, luego con Paniagua o Toledo, y ahora con Ollanta Humala, por mencionar solo algunos liderazgos medianamente exitosos (porque también se sumaron a experimentos fracasados). Por eso me imagino que Humala debe ver con algo de recelo a quienes por ahora lo apoyan, porque intuye que cuando su estrella empiece a menguar, podrían dejarlo de lado. Por ahora, ambos se necesitan mutuamente.

¿No sería mejor para la izquierda apostar por un proyecto propio, aunque fuera de largo plazo, en vez de sumarse una y otra vez a proyectos ajenos, y luego lamentarse por sus limitaciones (y asumir el costo político de esos errores)?

Termino con un último punto, que ameritaría otro post: frente a la imagen de izquierdistas que son parte de redes informales que saltan de un grupo a otro en busca de influencia, ¿cómo se percibe a sus pares en la derecha? Parecería que tenemos una red de tecnócratas liberales vinculados al Estado que continúan en posiciones importantes a pesar de los cambios de gobierno; no es que cambien de grupo político, más bien se mantienen en el Estado y son los grupos políticos los que cambian en el gobierno. Pero estos asuntos debería ser tema de otro comentario.

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