jueves, 18 de marzo de 2010


Los dos Perú de siempre

La República
Vie, 16/10/2009
Por: Sinesio López

Jaime de Althaus confunde su biografía con la historia del Perú. Cree que la historia del capitalismo en el país comienza con él (y con Fujimori). Piensa que el modelo neoliberal es la única revolución capitalista y que las anteriores formas de desarrollo capitalista (el modelo oligárquico-exportador y la industrialización sustitutiva de importaciones) no eran tales sino que eran economías rentistas. De Althaus ve solo las rupturas, pero es ciego ante las continuidades del pasado.

Ciertamente hubo un cambio en la estructura de la propiedad, en el establecimiento de una economía de mercado y en el descentramiento del Estado, pero hubo también continuidades importantes: “El nuevo modelo se construyó sobre la estructura estatal anterior, es decir, las inversiones vinieron principalmente atraídas por las privatizaciones de las empresas estatales que estaban ubicadas en los sectores primarios (minas, agricultura) y de servicios (energía bancos, telecomunicaciones, hoteles, etc.), este fue un cambio en la propiedad y la gestión y continuidad en los sectores” (Gonzales de Olarte, 2008).

Como el modelo oligárquico-exportador, el neoliberalismo peruano es también un capitalismo inducido por la demanda externa de materias primas de China, de Europa y de EEUU. Sus impulsos vienen de afuera y su dinámica y su crisis dependen de afuera.

Por esa razón Efraín Gonzales de Olarte caracteriza al neoliberalismo peruano como un modelo primario exportador y de servicios (Peser). Junto a las minas y a los servicios se ha desarrollado, es cierto, un sector industrial articulado a la agroexportación y a los servicios. Salvo este último sector, el neoliberalismo despliega una producción basada en una alta intensidad de capital y en poca absorción de mano de obra.

Su eslabonamiento a otros sectores de la economía es muy débil, lo que reduce su efecto multiplicador en la producción y en el mercado. Además, el neoliberalismo ha fragmentado el mundo del trabajo y ha destruido su capacidad de acción colectiva diferenciando a los trabajadores en planilla de los contratados, los services, etc. En el sector minero, por ejemplo, solo el 30% está en planilla y el 70% es mano de obra volátil y sin derechos: no tienen seguro, ni vacaciones, ni jubilación.

El neoliberalismo es un modelo de desarrollo centrado en la costa, en Lima y en muy pocos oasis de otras regiones: “En 1940 Lima tenía 645 mil habitantes y representaba el 10% de la población del Perú. Hoy en día concentra unos 8 millones de personas, es decir, 30% de la población y alrededor de la mitad del PBI. El ingreso familiar per capita equivale a 3.7 veces el de Ayacucho. El problema es doble. Por un lado, estas brechas de ingreso son muy grandes y, por el otro, el diferencial no tiende a cerrarse” (Economía y Sociedad, 72, septiembre 2009).

La costa crece, se desarrolla, se diversifica, distribuye empleos e ingresos, reduce la pobreza, pero la sierra y la selva permanecen estancadas. La costa está articulada por el mercado mientras la sierra busca integrarse a través de la demanda de nación y de más Estado. Mientras la pobreza se ha reducido de 36.1% en 2004 a 25.7% en 2007 en la costa, ella solo se ha reducido de 64.7% al 60.1% en la sierra en el mismo período (Francke, 2009). La desigualdad, en cambio, sigue victoriosa. Pese a que el Perú ha tenido en estos últimos 7 años altas tasas de crecimiento, el alto nivel de desigualdad casi no se ha movido.

El neoliberalismo es asimismo poco distributivo. Pese a que el crecimiento del PBI y la rentabilidad promedio de las empresas han crecido significativamente los sueldos y salarios no han mejorado. La participación del trabajo en el PBI ha bajado de 25% en el 2002 a 21.9% en el 2007. La distribución del ingreso presenta cifras de escándalo: el sueldo promedio del sector A es 20 veces más que el salario promedio del sector E. (Campodónico. 2009).

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