jueves, 6 de enero de 2011


EL INTELECTUAL Y EL ARTE DE VIVIR

Diciembre 08, 2010
Por Juan Sheput

Cuando leí, hace muchos años, el libro de Ignace Lepp, del cual tomo el título de esta columna, siempre lo relacioné con Mario Vargas Llosa. Eran los tiempos en que leía sus didácticas  Piedras de Toque, en Caretas, cuando en dicha revista se le podía apreciar junto  a  una constelación de plumas, que marcó mi adolescencia.
 
Mario Vargas Llosa, o Mario simplemente,  en virtud de la apropiación que permite la admiración,  es el gran protagonista del año: recibirá en pocas horas el Premio Nobel de Literatura.  Ese hecho, histórico de por sí,  exige un alejamiento de la coyuntura, una reflexión, pues estamos ante un momento singular.
 
He tenido oportunidad de leer el discurso de aceptación de nuestro compatriota.  A diferencia de otros galardonados, Vargas Llosa ha hecho de su texto una magistral pieza de agradecimiento. Desde su infancia, en que reconoce la influencia de la familia, pasando por los grandes autores que despertaron su imaginación, las ciudades que estimularon su creatividad, y el papel de Patricia, su esposa, como cómplice y compañera, Mario reconoce que la hechura de escritor depende en gran parte de la construcción de un hombre, gracias a aquellos que son sus referentes. El suyo no ha sido un texto en el cual se mezquina la participación de otros en su  formación intelectual. El de Mario Vargas Llosa ha sido un texto de reconocimiento, que demuestra, como me decía hace poco Jorge Morelli, que la grandeza es proporcional a la sencillez.
 
Mario está plenamente reconciliado con el Perú, si es que alguna vez se alejó. El país también ha aprendido a ser grato con él. Dejando de lado la peruanísima mezquindad, Mario Vargas Llosa ha recibido honores por todo lo alto. Uno de ellos, hace unos años, de manos de Hugo Neira, maestro y gran bibliotecario, quien tuvo el  acierto de bautizar con el nombre del ahora Premio Nobel, al hermoso Auditorio de la Biblioteca Nacional.
 
Vargas Llosa, gracias a la literatura, se ha convertido en un personaje influyente. La fuerza de sus ideas atraviesa los muros del totalitarismo y las dictaduras. Penetra en los espíritus ávidos de libertad y se convierte  en movilizadora de voluntades. Lo políticamente incorrecto, marchar en contra de la corriente, han sido signos en su vida que le han acarreado más de un problema. Sin embargo ello no ha sido óbice para que él siguiera expresando lo que piensa, dando un ejemplo de intelectualidad y del arte de vivir.   
 
Mario ahora se convierte en el principal estímulo para miles de jóvenes. Al referente hay que complementarlo con la infraestructura y los contenidos que exige una educación pública de calidad, como la que él recibió. Ese será el mejor homenaje que podamos rendir a nuestro querido Premio Nobel.

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