jueves, 27 de enero de 2011


Debemos revaluar la clase política


Fuente: El Comercio
Por: Raúl Ferrero Jurista
Jueves 20 de Enero del 2011
Existe una injusta tendencia a considerar que quienes intervienen en la política tienen una condición disminuida, como consecuencia de la sistemática devaluación de dicha actividad.
Tal prejuicio resulta absurdo y contraproducente para una sociedad que justamente quiere y necesita elevar el nivel de la política y de quienes participan en ella. Por ejemplo, la percepción general es que el nivel de nuestros parlamentarios ha decrecido progresivamente, cada cinco años, cuando nos ha tocado elegir a los miembros del Congreso.
A esto han contribuido muchos factores. Primero, que no se ha podido restituir el sistema bicameral con un Senado que tiene por función operar como cámara técnica y revisora para perfeccionar la labor legislativa. Así, el papel congresal ha perdido eficiencia, ya que en la cámara única se aprueban leyes de menor calidad.
Ello ha influido para que menos ciudadanos con perfil más técnico tengan interés en participar en el Parlamento, ya que las funciones diferenciadas de las dos cámaras quedan confundidas en una sola, con lo cual se mezclan los roles puramente políticos y regionalistas con los técnicos e integradores que le dan coherencia a la importante labor que como conjunto orgánico se espera de los congresistas.
Pero no solo en el Parlamento se hace política. También se desarrolla en el Poder Ejecutivo, en los gobiernos regionales y municipales. En todos ellos se requiere de ciudadanos preparados y dispuestos a servir, y no de gente improvisada que se limite a estar detrás de conseguir un puesto de trabajo.
Al desprestigio de quienes ejercen la política contribuimos todos con nuestra crítica, a veces ligera, sin comprender que con ello se le hace un flaco favor a la defensa del sistema democrático, ya que este se ve principalmente representado por quienes son elegidos para desempeñar cargos políticos.
Pero, como no se comprende esto, existe una suerte de deporte que consiste en desarrollar una competencia para ver quién agrede más contundentemente a los que ejercen función política, y que son permanentemente sometidos a golpizas continuas e inmisericordes.
Esta actitud autodestructiva tiene que cambiar. Comenzando por esforzarnos para elegir mejor a nuestros representantes en las elecciones generales de abril, en el entendido que las agrupaciones políticas se hayan tomado el trabajo necesario de seleccionar bien a sus candidatos.
El electorado debe comportarse con la seriedad del caso. Debe elegir con un mayor sentido de responsabilidad a los representantes que ejercen cargos políticos. A la vez, quienes resultan elegidos deben comprender que la función pública, que nace del voto popular, debe ser ejercida con absoluto compromiso, ya que quienes delegan su confianza en los elegidos lo hacen pensando que quienes ejerzan dichos cargos desempeñarán sus funciones buscando resolver los problemas más apremiantes de sus representados.
Esto amerita que cuando se ejerza el voto preferencial (mientras exista) para el Congreso, no sea utilizado con ligereza, sino dirigiéndolo al candidato que podrá desempeñar mejor el cargo para el cual postula, y no se concurra el día de los comicios, de manera improvisada, sin saber por quién votar o haciéndolo por quien le recomendaron en la misma fila de la votación.
El ciudadano debe poner el mayor interés en los comicios que se avecinan y esforzarse en escoger bien al candidato presidencial y a los representantes congresales, recordando que en el caso de los legisladores el mandato que reciben no es imperativo, lo que equivale a decir que una vez elegidos solamente quedan obligados moralmente a cumplir con sus compromisos preelectorales.
Para alcanzar el desarrollo que pretendemos como nación es preciso que sepamos escoger a quienes se les encarga la importante tarea de gobernar el país.

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