martes, 11 de enero de 2011


Los del 50 desde  el siglo XXI


Por Luis Jaime Cisneros


No, no estoy hecho para improvisaciones. Desde muchacho, en el colegio, siempre me elegían para hablar, y me anticipaban el compromiso, porque yo me resistía a improvisar: necesitaba haber escrito lo que debía decir. Por supuesto, eso me valió apodos ahora irreproducibles. Pero me ayudó a salvarme de toda improvisación.

El tema de la generación del 50 (de cuyos integrantes he sido y sigo siendo amigo) me interesa, en la perspectiva que puede atraer a un filólogo: diarios y revistas de la época, libros accesibles en Lima o traídos por viajeros; la Democracia Cristiana y Acción Popular; el gobierno militar, las unidades escolares. ¿Qué pensaban los arquitectos (Fernando Belaunde y su revista), los que no eran escritores? La inquietud en Medicina, que lleva a la creación de Cayetano Heredia. Qué significaron para los de esa generación López Albújar, José Diez Canseco, que no sufrieron el silencio que envolvió a Chocano. ¿Por qué Vallejo, y no Eguren, que vuelve a recobrar lectores? Es decir, la vida empresarial, la vida política, la iglesia. Cartucho Miró Quesada y la agrupación Espacio. El interés por la sociología y la lenta transformación de las universidades.

Creo que tenemos que darnos tiempo para leer a Sobrevilla, Matos Mar, Flores Galindo, Augusto Salazar Bondy, Víctor Li Carrillo, y preguntarnos si en esa generación contamos también con Antonio Pinilla y la Universidad de Lima, y Walter Peñaloza y La Cantuta. De repente descubrimos que si colocamos a los más conocidos en su estricta perspectiva, la generación cobra nueva interpretación y nuevo horizonte.

Necesitamos reflexionar sobre esto, pero añado una pregunta, que todavía carece de una respuesta clara. ¿Esa generación es el futuro que previó la generación anterior? ¿O es la ruptura, el rechazo total, la negación del pasado y el anuncio de un anhelo todavía no bien fundado (o no bien esclarecido). ¿Qué significó el socialprogresismo de Agurto?

¿Estamos juzgando a esa generación como herederos de sus aciertos y errores, sin advertir que estamos pisándole los talones? ¿Nos sentimos sus herederos y nos creemos capaces de interpretarlos? Hay un tema que siempre me intrigó: si fue la del 50 una generación antichilena, pues no recuerdo testimonios de actitudes que nos lleven a admitirlo.

¿Podemos afirmar que esa generación es responsable de la lenta ideologización que se fue asumiendo en el país, preocupación esencial en los círculos estudiantiles? Lo cierto es que podríamos afirmar que los sistemas educativos se han ido deshumanizando paralelamente en la misma progresión. La enseñanza se ha ideologizado y la utopía política ha logrado desnaturalizar entre nosotros los fines claramente formativos del magisterio. La economía ha logrado maltratar las perspectivas de la gente. La vocación docente ha terminado por convertirse, en muchos lugares, en una triste e inocente metáfora. Ahora que los precios varían un día y otro día, los jóvenes terminan sus estudios secundarios sin saber qué alto grado tiene su porvenir. En el Perú, frente a tanto evidente progreso en áreas diversas, esta no ha sido, desgraciadamente, la hora de la educación. No hemos derrotado al analfabetismo, ni a la enfermedad, ni al hambre. Y por si eso fuera poco, ahora sabemos, ciertamente ruborizados, cómo nos está perturbando el significado de la palabra corrupción.

Con esa generación fuimos muchos los que, frente al frío recibimiento a José María Pemán, ofrecimos entusiasmo espiritual a la presencia de Jorge Guillén y León Felipe, anunciando de ese modo qué valor tenía para todos la vida espiritual. Hoy da pena reconocer que el espíritu es en la escuela una abstracción, y para muchos estudiantes la palabra carece de su antiguo valor. Pero de esa generación del 50 nos queda todavía, felizmente, una palabra concreta que nombra una evidencia de todos los días, un inmenso fragmento de tiempo que abarca los buenos y los malos presentimientos de lo todavía no vivido y lo que resta por vivir.

En suma, creo que debemos analizar rigurosamente cuánto pudo interesar la ideología a esta generación. Creo posible reconocer que en la hora primera de sus intereses políticos hubo gran preocupación por el gobierno y no por el poder. Participar en el gobierno fue más importante que ejercer el mando. Eso explicaría por qué atrajo Belaunde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario