miércoles, 12 de enero de 2011


El pueblo es bruto

La República
19 de diciembre de 2010
Por Rocío Silva Santisteban

¿Partidos o alianzas?, ¿frentes o retaguardias?, ¿insider u outsider?, ¿militantes o invitados?, ¿todo lo sólido se desvanece en el aire? Las diversas crisis cíclicas previas a las elecciones se apoderan, ahora, de todo el espectro político: derechas, izquierdas y el ultrapeleado centro. Nadie quiere ir solo, pocos apuestan por sus propios militantes, buscan al outsider-bolo-fijo que es, siempre, la locomotora de un partido que puede quedarse fuera de registro. ¿No será momento de repensar en la ley electoral? La semana pasada la ONPE presentó el último número de su revista Elecciones invitando a algunos miembros de diferentes partidos políticos para que, de alguna manera, comenten los artículos publicados. Casi todos coincidieron, tanto Carlos Ferrero como Felipe Osterling, Carmen Losada de Gamboa, Carlos Tapia y Carlos Roca, en comentar un artículo muy polémico sobre la crisis de los partidos, escrito por el profesor español Manuel Alcántara.

Para Felipe Osterling el gran problema de la crisis de partidos en el Perú es la falta de confianza en el foro público de las nuevas generaciones. Su crítica no se enfocó en la falta de credibilidad de los liderazgos, sino en que los electores desconocen la maquinaria política debido a una deficiente formación en “educación cívica”. En otras palabras, y disculpen la sobreinterpretación, “el pueblo es bruto”. Quizás no le falta razón al referirse al tema educativo, pero no podemos aducir que la falta de confianza esté solo vinculada a la escasa “educación cívica”. Considero que, en términos amplios, el pueblo peruano es uno de los más politizados de América Latina y es interesante cómo ha pervivido en el electorado este interés en la política a pesar de que despotriquen de ella. A su vez, las posibilidades de educación cívica eran sumamente altas cuando no votaban ni mujeres, ni analfabetos y sí hombres blancos y letrados. Pero se trataba de una democracia absolutamente reducida a una élite. Si ahora solo votaran los bachilleres universitarios, entonces tendríamos más facilidad de poder difundir una cultura cívica y ética, pero a su vez estaríamos en la práctica restringiendo esa cultura que tendría poco de cívica y nada de ética.

Considero que los viejos dirigentes deben poner las barbas en remojo: parte del problema de la crisis de partidos es la falta de una generación de recambio. Lourdes Flores, por ejemplo, es una lideresa que está gastada en la faena electoral y su partido ha tenido que optar por una alianza con otra alianza y así respirar seguros de poder conseguir el ansiado 5% que permite la supervivencia. ¿Y qué sucedió con los jóvenes pepecistas? No lo sabemos, están ahí, han militado en el partido desde siempre, desde sectores incluso periféricos y de provincias, pero siguen ninguneados por las cúpulas limeñas. Precisamente este fue el comentario que hizo Carlos Roca: hay tanto desencanto de las dirigencias locales y provincianas sobre las centralizadas en Lima que los propios militantes con posibilidades regionales se salen de los partidos para evitar el ninguneo o la asignación manu militari desde la capital. Y Carlos Roca sabe de lo que habla.  

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