domingo, 11 de abril de 2010


"Roba...pero hace obras"

Trome
06 de abril de 2010
Por El Búho

Este Búho no puede dejar de preocuparse con uno de los resultados de la última encuesta de la Pontificia Universidad Católica. Me sorprendió que el 44% de limeños consultados haya respondido que prefiere un alcalde que haga buenas obras... ¡¡aunque robe!! Que prácticamente la mitad de capitalinos diga sin ruborizarse que no le importa tener un delincuente -porque eso es quien roba- como autoridad, es un signo inequívoco de la grave crisis moral de nuestra sociedad. Es la prueba que la pus de la corrupción ha ido carcomiendo, sin pausas y al galope, las partes sanas del país. Y si no hacemos nada por detenerla, esa infección nauseabunda seguirá avanzando hasta acabarnos como nación. Para empezar, ¿con qué cara esos padres que aceptan la corrupción pueden exigirle a sus menores hijos que no se conviertan en delincuentes o criminales? Pero si ese gran porcentaje de encuestados acepta convivir con la podredumbre, entonces podemos sospechar que buena parte de ellos no se haría problemas para 'sacar su tajada' si accediera a algún cargo público, o a la directiva de una Apafa o de un asentamiento humano. Y hasta alentaría a 'pecar' a algún conocido que tuviera la oportunidad: 'No seas tonto, hermanito, aprovecha ahora que puedes. Chapa tu parte porque si tú no lo haces, otro lo hará'.

Es triste comprobar que en este país la persona honesta sea vista como un idiota y el 'estafador y sin escrúpulos' como el 'vivo'. Que el que sigue las reglas sea el tonto, mientras que el tramposo y coimero, sea el digno de respeto. Ya es tiempo de desterrar frases vergonzosas como: 'estamos para darnos la mano, hermanito', 'cómo es la mía'. Porque esa forma tan cotidiana de pensar y actuar es una de las causas del atraso del Perú. Es la madre de tantas injusticias. La mejor forma de que las 'ratas' hagan de las suyas, para quienes la principal preocupación es llenarse los bolsillos con plata robada, con licitaciones amañadas, con pagos por lo bajo. Así postergamos indefinidamente el bienestar de todos. Basta de aceptar como algo 'normal' a ladrones en los cargos públicos. Exijamos gente capaz, pero sobre todo honesta. Al final, todo se resume a la cuestión de cuánto nos respetamos a nosotros mismos. Apago el televisor.

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